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Colombia: El debate de la marihuana medicinal

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/editorial

Los promotores de la iniciativa se apoyan en las evidencias científicas sobre el efecto terapéutico de la cannabis. Quienes se oponen, ven con escepticismo la aplicación de estricta vigilancia para el uso controlado de medicamentos derivados de esa planta

La comisión primera del Senado aprobó el martes en primer debate el proyecto de ley de iniciativa del senador liberal Juan Manuel Galán que permitiría el uso de la marihuana con fines medicinales. Obtuvo trece de diecinueve votos posibles. La iniciativa tiene el respaldo del Gobierno.

En varios sectores ha sido motivo de comentarios el hecho de que el gestor de la propuesta sea un hijo de Luis Carlos Galán, uno de los líderes políticos de los últimos tiempos que combatió con mayor beligerancia el tráfico de drogas ilícitas, como la marihuana, considerada la de mayor consumo en el país desde hace muchos años.

Galán y los senadores que lo acompañan en esta cruzada se apoyan en evidencias científicas que prueban el efecto terapéutico de la hierba en el tratamiento de algunas enfermedades. Sin embargo, hay también voces expertas que han arremetido contra los impulsores de la ley aduciendo que la marihuana genera daños neuronales con consecuencias en una disminución de las capacidades de concentración.

Sobre este candente tema se han realizado diversas investigaciones científicas. Un reporte periodístico reciente, por ejemplo, da cuenta de aseveraciones del Instituto de Medicina de los Estados Unidos, según las cuales la marihuana resultaría eficaz para aliviar el dolor, estimular el apetito en enfermos graves de sida y atenuar los efectos de los tratamientos de la quimioterapia en los pacientes de cáncer.

Otro de los argumentos que han esgrimido los promotores de la idea, entre ellos el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, es que, vista comparativamente, la marihuana es menos nociva que el alcohol, sobre cuyos estragos han hecho particular énfasis para defender un argumento que, sin embargo, es mirado con reserva desde las ciencias médicas.

Una de las cosas que podrían resaltarse es que, frente a esta propuesta, ha habido, más bien, un ambiente de prudente receptividad frente a las presuntas bondades del experimento. Quizá se explica también esta actitud por el debilitamiento que ha venido teniendo el discurso de la prohibición tras largos años de lucha infructuosa contra el narcotráfico. Y es casi una percepción generalizada que el problema es el narcotráfico y no la marihuana ni la coca como plantas.

Una preocupación en  algunos sectores es sobre quién garantizará a futuro el uso solo para fines terapéuticos de los medicamentos derivados de la cannabis, con el fin de evitar su consumo desbordado –como ya sucedes con otros medicamentos de control–, para que el remedio no resulte peor que la enfermedad.

En América Latina han cambiado notablemente las visiones y abordajes sobre el tema. El que Uruguay, por ejemplo, hubiese dado el paso el 10 de diciembre de 2013 de aprobar la ley que regula la producción y el mercadeo de la hierba, su comercialización, tenencia para fines recreativos, medicinales e industriales constituye un avance trascendental. En su momento, Mario Vargas Llosa declaró que era un ejemplo a seguir que mostraba a Uruguay como un país estable, moderno, libre y seguro. Colombia, todo parece indicar, ha empezado a moverse en la misma dirección.

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