Gracias a la doctora Manuela Berrocal conocí la obra de El Greco. Su impronta está en las delicadas manos de las figuras que pintaba. En La curación del ciego, El Greco pinta el milagro de sanar. El cuadro, con magistrales pinceladas, está repleto de color y movimiento.
En mayo se presentó en la Cámara de Estados Unidos la llamada Ley de cura siglo XXI. El proyecto fue defendido por la industria farmacéutica y biotecnológica y rápidamente se aprobó en la comisión por unanimidad (51-0). De convertirse en ley, aumentará el presupuesto para investigar en miles de millones de dólares. Hasta allí todo bien. Pero el proyecto pretende acelerar la aprobación de nuevos productos. Hoy, para que una medicina llegue al paciente se requieren, primero, estudios de laboratorio. Luego, investigaciones en animales que lo corroboren y descarten grandes daños. Más adelante, estudios en pacientes que comprueben sus beneficios y por último estudios de seguridad. A pesar de todo ese proceso teórico, de cada cien nuevas drogas, 30 se aprueban con un solo estudio y más de 66 se evalúan en estudios de menos de 6 meses.
Que una droga sirva en estudios experimentales no garantiza que funcionará en todos los pacientes o que en algunos no hará más daño que bien. Ejemplos de medicamentos que nunca se debieron aprobar hay muchos. Hace un tiempo, una droga para la diabetes fue aceptada a pesar de que aumentaba el riesgo de infarto. En 2013, un medicamento para la tuberculosis fue aprobado solo porque reducía el recuento de bacterias, a pesar de que cuadruplicaba la mortalidad.
La ley pretende usar estudios menos rigurosos y de muy bajo poder estadístico para aprobar nuevas drogas y equipos. De aprobarse, habría medicamentos más rápidamente disponibles, sí. Pero también habría medicinas y equipos basados en estudios menos rigurosos con beneficios muy dudosos que tendrían que retirarse del mercado por peligrosos, luego de hacer mucho daño, incluso muertes.
La legislación también pretende flexibilizar el consentimiento del paciente para ingresar a estudios, facilitando la investigación pero aumentando los riesgos para el paciente.
Querámoslo o no, medicina que se aprueba en Norteamérica se usa en Colombia. A pesar del gran avance del Instituto Nacional de Salud y el INVIMA, esta nueva legislación nos afectará mucho. En Colombia aún nos falta masificar medidas sanitarias baratas de promoción y prevención que han mostrado, hace décadas, ser eficaces, casi milagrosas y costo-efectivas. Esa desaforada carrera de la industria por producir drogas más costosas y de dudosa utilidad es, al menos, cuestionable y nos lleva a pensar que, como canta Frankie Ruiz, la cura resulta más mala que la enfermedad.
*Profesor Universidad de Cartagena
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