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Las grandes farmacéuticas se resisten a probar un medicamento para la diabetes, genérico y barato, que podría ser la fuente de la juventud.

nwnoticias.com.- En una andanada de llamativos esfuerzos, científicos, académicos y gente excepcionalmente rica se ha lanzado a combatir el proceso de envejecimiento. En 2013, Google lanzó Calico, su rama multimillonaria para investigación y desarrollo antienvejecimiento, que el siguiente año se asoció con el gigante farmacéutico AbbVie. Entre tanto, otra importante farmacéutica, Novartis, está desarrollando una versión patentable de rapamicina –agente biológico descubierto en la tierra de la Isla de Pascua-, que ha demostrado su capacidad para fortalecer la función inmunológica. La empresa espera convertirla en la primera pastilla antienvejecimiento viable.

Sin embargo, según el Dr. Nir Barzilai, del Colegio de Medicina Albert Einstein, es muy posible que ya tengamos el medicamento que hace falta para decelerar el proceso de envejecimiento; y además, es absurdamente barato. La metformina es un fármaco genérico, muy viejo, usado para el tratamiento de la diabetes por sus propiedades para reducir el azúcar de la sangre. Es muy común, y la pastilla cuesta unos 35 centavos de dólar. No obstante, estudios con animales han observado que también detiene el proceso de envejecimiento.

En junio pasado, Barzilai y algunos académicos de la Federación Estadounidense para la Investigación en Envejecimiento (AFAR; organización no lucrativa), fueron a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) para proponer una idea: el estudio Targeting Age With Metformin (TAME; Combatir la edad con metformina), que pretende establecer si la sustancia hace por las personas lo mismo que por los animales. Sería el primer ensayo clínico para probar si la metformina es un fármaco capaz de decelerar el envejecimiento humano. La FDA dijo que sí y desde junio, los medios han estado hirviendo de entusiasmo con el presunto medicamento “fuente de la juventud”, circulando rumores de que puede prolongar la expectativa de vida humana hasta 120 años.

Pero hay un problema. Nadie se ha ofrecido a aportar el capital necesario para poner en marcha TAME. No te sorprendas: hay muchas razones por las que las grandes farmacéuticas se negarían a financiar un estudio con el cual un medicamento, barato y común, se volvería indispensable para el siglo XXI.

Las compañías farmacéuticas gastan muchísimo dinero en investigación y desarrollo para llevar productos al mercado, porque luego tienen muchos años de derechos exclusivos de mercadotecnia sobre cualquier fármaco nuevo. Este monopolio temporal garantizado puede ser generar ganancias masivas. Si una compañía probara la metformina genérica en ensayos clínicos, obtuviera la aprobación de FDA y la comercializara para cualquier otra cosa que no sea diabetes, solo esa compañía podría explotar la metformina, con esa finalidad, durante el periodo de la patente. Pero para que suceda, FDA tendría que hacer algo que jamás ha ocurrido: aprobar una indicación antienvejecimiento para la sustancia. En buena medida, esto se debe a que no existe un consenso científico en cuanto a los biomarcadores asociados cuantificablemente con el envejecimiento. Y la idea de probar una sustancia para ver si ayuda a reducir el riesgo de una colección de padecimientos, se opone directamente al modelo estándar que han seguido los ensayos clínicos durante años. Es decir: un medicamento, una enfermedad.

Por eso, de cierto modo, lo más importante de TAME no es demostrar que la metformina funciona, sino que –si logran ponerlo en marcha- se convertirá en una prueba de concepto para estudios futuros. “Hacemos este estudio para convencer a FDA de que es posible combatir el envejecimiento”, dice Barzilai. “Considero que, en la próxima década, podremos demorar el envejecimiento”. Si la metformina funciona, estupendo. De lo contrario, entonces será el próximo fármaco probado por sus propiedades antienvejecimiento, o el siguiente.

TAME reclutará unas 3,000 personas añosas; la mitad tomará metformina y la otra mitad recibirá un placebo. El éxito del fármaco se evaluará por su capacidad para demorar el inicio de padecimientos asociados con el proceso de envejecimiento: enfermedad cardiovascular, cáncer, y decadencia cognitiva. Como el estudio TAME está dirigido a las enfermedades asociadas con el envejecimiento, más que a los años que vive la persona, técnicamente se trata de prolongar el “periodo de salud”: lograr que los últimos años de la vida sean más saludables. La ventaja adicional sería una vida más larga; después de todo, un cuerpo más sano tiende a resistir más.

De tener éxito, TAME podría transformar el negocio farmacéutico. “La gran mayoría de los adultos mayores tiene múltiples padecimientos crónicos”, comenta la Dra. Mary Tinetti, profesora de geriatría en la Universidad de Yale. Si FDA aprueba la metformina como medicamento antienvejecimiento, “fomentaría que los investigadores busquen tratamientos que incidan en múltiples condiciones”. Y eso es importante, porque la mayoría de los ancianos suele tener varios problemas de salud que requieren de infinidad de pastillas. Por ejemplo, una persona con diabetes y enfermedad cardiaca podría tomar, diariamente, un agente antidiabético, un antiinflamatorio no esteroideo, un beta-bloqueador y una estatina. Si la metformina –u otro fármaco único y barato- puede atacar comorbilidades múltiples de poblaciones añosas, reduciría de manera significativa la cantidad de medicamentos que necesitan las personas. Reemplazarlos todos con uno solo ahorraría dinero a los pacientes, pero también repercutiría profundamente en las utilidades de las compañías farmacéuticas.

El estudio TAME podría preparar el camino para estudios de envejecimiento más exhaustivos. Y cuando el envejecimiento se convierta en un blanco viable para las farmacéuticas, las investigaciones en el campo crecerán de manera exponencial y con suerte, conducirán a nuevos conocimientos sobre la correlación entre envejecimiento y enfermedades crónicas, explica Stephanie Lederman, directora de AFAR. Esto tiene el potencial de ser un espacio donde las grandes farmacéuticas puedan encontrar las fortunas que tanto ansían.

Sin embargo, para llegar allá, alguien tiene que poner los fondos iniciales. El costo proyectado del estudio TAME es de unos 65 millones de dólares. Sin el respaldo de una corporación importante, podría pasar mucho tiempo antes que Barzilai y sus colegas cuenten con los recursos necesarios para seguir adelante con el proyecto.

Pero una vez que dé inicio, habrá muchas esperanzas cifradas en TAME. La última vez que una gran farmacéutica gastó grandes sumas en antienvejecimiento, terminó por arrepentirse: en 2008, GlaxoSmithKline invirtió 720 millones de dólares en una startup de biotecnología que desarrollaba fármacos basados en resveratrol, compuesto que encontramos en el vino tinto y que parecía aumentar la expectativa de vida en estudios con animales. El fármaco fue un fracaso en los ensayos clínicos, y GSK clausuró la operación. Si TAME despega, pero no produce el resultado esperado, sería otro chasco para los estudios antienvejecimiento y podría ocasionar que las grandes farmacéuticas se vuelvan aún más recelosas de incursionar en el campo.

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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek

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