Guerra farmacéutica y el plan de la “crisis humanitaria”
Misión Verdad
El sector farmacéutico es quizás uno de los frentes locales más agresivos de la guerra económica en curso. Su carácter prioritario y sensible para la vida de población, y el papel estratégico que juega en la percepción (siempre negativa) del Gobierno a nivel internacional en pleno escenario de desestabilización debidamente azuzado por los medios, lo ubica como la trinchera que está marcando la pauta y los ritmos de ataques contra el país.
Composición transnacional del sector farmacéutico en Venezuela
La composición económica y financiera del sector farmacéutico, así como en otras ramas de la economía venezolana (manufactura, agroindustria y sector automotriz), registra una enorme penetración del capitales extranjeros, en su mayoría estadounidenses y europeos. Lo que localmente es nombrado por Fedecámaras como “producción nacional de medicamentos” consiste básicamente en el lucrativo negocio de empaquetar y distribuir medicamentos importados o bien en la importación de materias primas para “producir” medicamentos sin mayor generación de valor agregado.
La Cámara Venezolana de la Industria Farmacéutica (entre otras), afiliada a Fedecámaras, funge como una agencia de representaciones de las corporaciones farmacéuticas transnacionales mayoritariamente de origen europeo y estadounidense (Pfizer, Merck, Abbot, Bayer, Novartis, etc.). Es decir, los “empresarios” del sector farmacéutico venezolano son gestores y mayordomos que resguardan los intereses económicos, políticos y financieros de este gran capital oligopólico: el que verdaderamente juega pesado y con fuerza en la guerra por el poder político en Venezuela. Casi a totalidad del mercado farmacéutico en Venezuela está dominado a placer por estos grandes oligopolios.
Tal composición de este aparato desnuda las características estructurales de este sector y al mismo tiempo sus estrategias de desestabilización directa, tanto a nivel interno como externo. No existe un capital nacional farmacéutico (aunque sus gestores digan que “producen” el 50% de los medicamentos consumidos en el país), sino apéndices diseñados para absorber la renta petrolera y luego traspasarla a estas corporaciones (previo cobro de comisiones), sea bajo el mecanismo de importación directa o por importación de materias primas (que ellas mismas patentizan y producen) para la sosteniblidad de los pocos laboratorios locales que existen.
Lo que sí existe, y ahora profundizada con la demencial caída del precio del petróleo y por las características históricas de dependencia y parasitismo del sector farmacéutico, es una estrategia de sabotaje (local pero con fines internacionales) para hacer desaparecer por distintas vías las medicinas de mayor impacto poblacional de las farmacias.
La orden que desde hace tiempo delegaron las corporaciones farmacéuticas a su caporales de Fedecámaras y más específicamente a la Cámara Venezolana de la Industria Farmacéutica y demás organismos “empresariales” del sector, es la de asesinar venezolanos a costa de lo que sea. La estructura para tales fines, descrita con brevedad en párrafos anteriores, tiene 70 años de antigüedad, de ahí su eficacia.
Porque si obviamente existe un contexto complejo donde el ingreso en divisas se ha restringido, lo que queda al descubierto, en medio de la guerra farmacéutica, es que tras 90 años de gestión empresarial en Venezuela, nunca fue de mayor preocupación generar una industria química independiente y soberana del gran capital transnacional. Ahora es cuando ese pacto histórico en nombre de la dependencia y de la debilidad como país productor de sus propias medicinas describe a totalidad las razones que le dieron origen a su diseño: las corporaciones farmacéuticas deciden los aspectos gruesos de la desestabilización sin ninguna intermediación empresarial que los desafíe en nombre de su falsa iniciativa privada.
Dos antecedentes que no debemos olvidar
- El 26 de octubre de 2014, en el galpón propiedad de la empresa Hospimedic ubicado en el estado Aragua, específicamente en Tejerías, se incautaron 14 millones de jeringas, una enorme cantidad de medicamentos a punto de vencerse y un sinfín de material médico-quirúrgico. La empresa en cuestión está afiliada a Venancham (representante de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Venezuela), que había recibido por parte del Estado venezolano en los últimos 10 años 236 millones de dólares y en el año 2014 otros 24 millones de dólares, para la importación de estos insumos que luego serían acaparados criminalmente. El papel directo de Estados Unidos, tanto a nivel de sus corporaciones y de sus organismos comerciales en este frente, no puede desaparecer del análisis. No debe banalizarse.
No debe banalizarse el papel directo de EEUU a nivel corporativo ni comercial en cuanto a los fármacos en el país
- El 13 de mayo de 2015, ahora en el estado Zulia y como nuevo protagonista la empresa importadora SM Pharma, se incautaron 14 millones de medicamentos vencidos que se encontraban acaparados en sus galpones. Esta empresa recibió más de 4 millones de dólares durante el año 2014 por parte del Estado venezolano y sus principales proveedores (los verdaderos beneficiarios de estos dólares) eran Bayer y Pfizer.
Estos dos casos son lo bastante representativos (sobre todo por la altísima carga de criminalidad) como para comprender que estamos en presencia de la agudización de estos recursos de guerra asimétrica, de sus mantras mediáticos a nivel internacional encargados de encubrir estas operaciones, de la autodestrucción total (y ya no sólo caotización) de los sistemas de distribución de medicinas del sector privado y de las consecuencias políticas del robo sistemático que hicieran las corporaciones farmacéuticas de los (monumentales) recursos financieros que les entregó el Estado, lo cual trae como resultado menos medicinas en las farmacias.
Estamos ante un enemigo que tiene como objetivo asesinar venezolanos y tiene todos los mecanismos económicos, políticos y financieros para seguirlo intentando.
El farmarrobo de dólares en cifras
- El monstruo Pfizer, la principal empresa productora de analgésicos (el famoso Atamel) y antipiréticos, así como de medicamentos para enfermedades infecciosas, para pacientes oncológicos y medicamentos pediátricos, anunció en julio de 2015 que sólo estaba produciendo 7 medicamentos de su portafolio de 57 por la supuesta falta de dólares para importar. Resulta que hacia finales de 2014, Pfizer recibió un total 105,9 millones de dólares a BsF 6,30 para sostener sus operaciones. Como las importaciones tardan aproximadamente dos meses en hacerse y entendiendo que una empresa como Pfizer tiene previsiones en sus inventarios (aunque acapare), es absurdo pensar que esos 105,9 millones de dólares no “eran suficientes” para producir e importar mercancías. La única explicación sensata y seria alejada del mantra discursivo del sector farmacéutico es el robo de esas divisas, bien para inyectarlos en el mercado paralelo o bien para realizar menor número de importaciones que vayan generando espasmos de caos y una fuerte restricción en la disponibilidad de los inventarios, medicamentos específicos y en la distribución, sin que eso signifique que están perdiendo capital.
- Por su parte la corporación alemana Merck, oligopolio en la venta de anticonceptivos y en antibióticos de primera y segunda generación en Venezuela, juega las mismas cartas que Pfizer en el teatro de operaciones de la guerra farmacéutica y con igual cantidad de dólares liquidados a finales de 2014: 105,7 millones de dólares.
- La corporación Bayer, líder en la venta de material médico-quirúrgico para pacientes renales y competidor en el área de los anticonceptivos y antibióticos de amplio espectro, se benefició durante el mismo periodo con 126,1 millones de dólares. Esta cifra, al igual como sucede con Pfizer y Merck, no incluye lo que ellos reciben por las asignaciones que realiza el Estado venezolano empresas farmacéuticas más pequeñas que dependen del pago de patentes, compra de materias primas, insumos y compuestos químicos para sostener su parasitismo a pequeña escala.
- La corporación estadounidense Abbott completa el cuadro siendo uno de las principales productoras de medicamentos para pacientes diabéticos y de antipiréticos. Liderando la asignación de divisas históricamente de todo el sector salud (1.300 millones de dólares desde el año 2004), usufructuó de la renta petrolera a finales del año 2014, 136,4 millones de dólares bajo el mismo formato de guerra farmacéutica.
- La corporación transnacional de origen suizo Novartis, competidora en la producción de medicamentos para pacientes oncológicos y con dificultades cardiovasculares, logró capturar 78 millones de dólares a finales de 2014.
Escasos ingresos petroleros generan las condiciones para la profundización desestabilizadora del sector farmacéutico
La mentira tiene patas cortas
El cartelizado discurso sobre la “falta de dólares” como causa fundamental de la restricción de la oferta de medicamentos que producen oligopólicamente estas corporaciones, queda desmantelado cuando se analizan estos datos a la luz de algunas mediciones científicas. Las importaciones se miden por cuántos kilos (de cualquier mercancía o materia prima) puede importar con un dólar. Hasta el año 2003, según la investigadora Pascualina Curcio, el costo de importación era de 0,83 kilogramos por dólar y en 2013 pasó a 2,34 kilogramos. Es decir, con más o menos la misma cantidad de dólares las corporaciones farmacéuticas y sus apéndices de Fedecámaras importan menos productos.
En una entrevista concedida por el exministro para la Salud Henry Ventura al diario Panorama expresa lo siguiente: “Nosotros demostramos que el Cencoex le entregó la cantidad de recursos, pero mientras más se otorgaba, menos cantidad de medicamentos ingresaba. En el 2012 se entregó a las industrias farmacéuticas $ 3.410 millones y solamente ingresaron al país 55.7 millones de kilos. En 2003 le entregamos $ 434 millones y la cantidad de kilos era casi de 221 millones”. Más dólares asignados a estas corporaciones significa, entonces, una menor cantidad de medicamentos en el mercado, situación que es acompañada por la desestabilización industrial, importadora y distribuidora aguas abajo.
Ahora en un contexto de menores ingresos petroleros por la caída de los precios del crudo, las características parasitarias y estructurales del sector y el contexto político que los transforma en actores estelares de la guerra contra el país, generan todas las condiciones para que la desestabilización se profundice.
Final en desarrollo
Es precisamente en este escenario que se plantea afectar las bases operativas del Gobierno y su capacidad de respuesta ante un escenario mundial cada vez más complejo, aliñado a lo interno por los factores desestabilizadores como los anteriormente mencionados, para adelantar (drásticamente) los pasos legales y la construcción de una atmósfera política unificada internacionalmente sobre la “crisis humanitaria” en Venezuela y de la necesaria intervención internacional para “resolverla”.
Cuando el presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana, Freddy Ceballos, declara una “crisis humanitaria” por “falta de medicamentos”, no lo hace en su condición de gremialero, sino como el eslabón que habrá de legitimar y otorgarle preponderancia a un plan que incluye a las más altas vocerías del gobierno estadounidense: John Kerry, que después de la firma del Decreto Obama hizo mención a la crisis humanitaria en Petrocaribe, y John Kelly, ex jefe del Comando Sur, quien dijo a finales de octubre del año pasado que un “colapso de la economía” traería una “crisis humanitaria” que obligaría a Estados Unidos a intervenir en Venezuela. Este mensaje ordenó la línea discursiva de la MUD en medio de los preparativos de la campaña electoral, desnudando la línea de comunicación directa y la unidad de mano que ejerce Estados Unidos sobre la MUD.
Ya instalado este procedente a nivel mediático como resultado de las operaciones mencionadas, habrá que estar atento a su desenvolvimiento político en la arena internacional y a su posible manoseo en la Asamblea Nacional para observar su desarrollo en caliente. Es ahí donde trabajamos mejor y con mayor efectivadad. Que lo diga Luis Almagro.
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