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Martin Shkreli, el capitalista farmacéutico que ahora quiere apropiarse del hip hop

19015_967_544Martin Shkreli

Es posible que, a pesar de lo difícil que resulta pronunciarlo, te suene el nombre de Martin Shkreli. El joven (32 años pero prácticamente imberbe) saltó a la fama en EEUU porque su compañía, Turing Pharmaceuticals, compró la licencia de un medicamento, daraprim, al que seguidamente le multiplicó el precio por más de 50: pasó de costar 13,50 dólares a 750.

Fue un escándalo y el peor ejemplo del capitalismo farmacéutico. Shkreli defendía continuamente su decisión asegurando que los beneficios que provocaría la subida de precio de este medicamento redundarían en la investigación para conseguir fármacos mejores. También dijo que bajaría su precio. Y las dos cosas, al menos de momento, siguen estando por verse.

Sin embargo, el paso de los meses no ha hecho para Shkreli más que aumentar su mala fama. Y es que el empresario, hijo de inmigrantes montenegrinos, parece haberle cogido el gusto a las cámaras y gusta de ser la novia en la boda y el muerto en el entierro. Casi todos los días mantiene abierta al público, desde su deslavazado apartamento de Manhattan, una sesión de chat en streaming para sus admiradores, detractores o meros curiosos, en las que no rehuye ninguna pregunta. Justo lo contrario que en la sesión en la que tuvo que enfrentarse a senadores por un presunto caso de fraude relacionado con anteriores empresas, también farmacéuticas: solo dejó de acogerse a la Quinta Enmienda de la Constitución estadounidense, aquella que permite no testificar en tu propia contra, para señalar que su apellido estaba bien pronunciado.

El aspecto por el que Shkreli ha dado un salto, pasando de ser de uno de tantos niños malos del panorama financiero a un auténtico supervillano, ha sido sin embargo otro: su gusto por la música. Ya había invertido anteriormente en un sello indie, Collect Records, que cortó cualquier vinculación con él al enterarse de los tejemanejes en el precio del daraprim. Desde las sesiones de chat podemos ver en su habitación dos guitarras eléctricas y un enorme amplificador; es posible que sus vecinos no le vean tanto como un supervillano como un ser muy molesto.

Su estilo favorito, sin embargo, es el hip hop. Y ahí es donde más se ha permitido sus caprichos de nuevo rico y ha dejado crecer su ego hasta convertirse en un personaje entre lo autoafirmativo y la parodia, tratando de ocultar al mundo las nuevas maravillas que surjan en este estilo para quedárselas él.

Por ejemplo, ha intentado sacar de la cárcel a Bobby Shmurda, un rapero que fue detenido junto a su gente con cargos de posesión de armas y asesinato. Pero la posible libertad que daría a Shmurda no sale gratis: tendría que grabar para él. Exclusivamente.
El villano farmacéutico contra el rapero sanador

El pasado diciembre, Shkreli adquirió ‘Once upon a time in Shaolin’, el último disco del mítico colectivo de raperos neoyorquino Wu-Tang Clan. La particularidad reside en que se trata de una única copia: no hay ningún otro registro más de ese álbum doble, creado como una obra de arte no solo en el sonido sino en todo su diseño (la caja, de plata y níquel, ha sido creada por el artista anglo-marroquí Yahya). La idea del grupo era exponer el disco en museos y que la gente , pagando un precio y a través de unos auriculares especiales, pudiera escuchar de esta forma los 128 minutos que dura. Pues bien: Shkreli desembolsó 2 millones de dólares por el disco y ahora es el único que puede oírlo.

El escándalo llegó cuando los miembros de Wu-Tang Clan se enteraron de que su comprador era el desalmado especulador farmacéutico. RZA, uno de los más carismáticos del colectivo, explicó que la venta fue acordada en mayo de 2015, antes de que explotara el caso daraprim, y que una parte significativa de los beneficios iría para organizaciones benéficas, sin especificar cuánto ni a dónde.

Pero quien más indignado se ha sentido por la personalidad del comprador ha sido otro de sus miembros, Ghostface Killah. Los chicos del canal ‘TMZ’ le grabaron mientras le preguntaban por el caso: el rapero decía que Shkreli era un ‘shithead’ (algo así como un pedazo de mierda) y que debería liberar el disco. En otro vídeo se burlaba de su nariz de Michael Jackson.

La reacción del diablillo farmacéutico no se hizo esperar. Primero, en una entrevista en la web ‘HipHopDX’: “Me siento insultado”. “Si te doy 2 millones de dólares, muéstrame algo de puto respeto. Al menos ten la decencia de no decir nada o un ‘sin comentarios'”. Más tarde, contestando directamente a Ghostface Killah en un absurdo vídeo en que aparece con tres encapuchados y le exige que se disculpe, con una aseveración propia de Darth Vader: “Sin mí, no eres nadie”. Y, mientras suena ‘Once upon a time in Shaolin’ de fondo, amenaza con eliminar la voz de su némesis del disco como se siga rebelando.

Estaba claro que habría respuesta, y Ghostface Killah ha jugado con los mismos parámetros: un vídeo de 11 minutos en el que primero le compara con los villanos más horteras de la serie de Batman de los 60, y más tarde aparecen sus otros ‘matones’, varias mujeres encapuchadas que al final resultan ser su madre y su hermana. Esta última increpa a Shkreli por el abusivo precio de daraprim y, cerrando el círculo, pone a su hermano como ejemplo de benefactor: el rapero ha lanzado una serie de productos cannábicos saludables que, afirma su pariente ya entre sollozos, le han permitido salir adelante tras la extirpación de un tumor. Hay un crowdfunding montado para sacar adelante Wu Goo CBD Oil, el producto derivado de la marihuana que en teoría reduce las náuseas y combate la ansiedad y la depresión derivadas de ciertos procesos terapéuticos, y en el que tiene como recompensa todo tipo de merchandising de la marca, incluyendo gorras y camisetas.

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Origen: Martin Shkreli, el capitalista farmacéutico que ahora quiere apropiarse del hip hop – Gonzoo19015_967_544

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