Medicamentos: costos altos y errores frecuentes
Los medicamentos se han convertido en el recurso más frecuente para enfrentar las enfermedades y en una de las mercancías más rentables en la sociedad actual.
Por: Saul Franco
Si el médico no le formula algo al paciente en la consulta, este sale con cierta sensación de frustración. La esperanza de los enfermos es ver si su organismo responde al medicamento aplicado. Buena parte del trabajo del personal de enfermería en los hospitales es la aplicación de las drogas ordenadas por los médicos. Y tanto las empresas que administran los servicios de salud como las que producen los medicamentos, nutren sus ganancias de su pujante mercado.
De la mano de la mercantilización de la salud, padecemos una especie de medicamentalización de la vida. Es decir: dependemos demasiado de los medicamentos en la vida diaria. Los pastilleros se han convertido en utensilios rutinarios, en especial de las mujeres y los hombres mayores. Y, claro, la industria farmacéutica sigue inventando medicamentos para todo: para dormir y para estar activos; para regular la presión arterial, el azúcar en la sangre, los niveles hormonales, el ritmo y la erección sexual; para prevenir infecciones, ciertos cánceres y problemas degenerativos. Para todo.
Los costos económicos para unos y las ganancias para otros son considerables. El 12% del gigantesco gasto en salud de los Estados Unidos, es en medicamentos. Pero en Italia sube al 20% y en España y Colombia al 25%. De los más de 40 billones de pesos que nos cuesta anualmente el sistema de salud en Colombia, más de 10 son para medicamentos. Entre 2005 y 2010, en el gobierno del presidente Uribe, con la liberación de sus precios, el valor de las drogas de alto costo se incrementó en 847%. No obstante, uno de cada tres colombianos no recibe los medicamentos que se le prescriben.
Es muy grande la posibilidad de errores en la cadena de personas que intervienen y de decisiones y procedimientos que acontecen entre la formulación de un medicamento y su consumo por el paciente. Puede haberlos tanto en su formulación – elección de la droga, nombre correcto, presentación, vía de aplicación, cantidad, dosis – como en la lectura que hace el farmaceuta de la letra generalmente ilegible del personal médico, como en los trámites de su entrega a los pacientes. Algunos países tienen buenos registros del problema. En Alemania, por ejemplo, en el 2013 el 11% del total de las prescripciones tuvieron alguno de estos errores.
En Colombia no hay todavía un registro confiable de este tipo de errores, pero un reciente estudio de investigadores en epidemiología y vigilancia de medicamentos de la Universidad Pedagógica de Pereira, encontró que sólo en una de las empresas –Audifarma – que distribuye medicamentos a 362 farmacias en 71 ciudades y 21 departamentos, entre 2005 y 2013 se registraron 14.873 errores. El 56% de ellos se cometieron en la dispensación, 40% en la prescripción y 4% en la transcripción.
Según datos del estudio, sólo 79 paciente sufrieron algún daño y hubo muy pocas consecuencias fatales por este tipo de errores.
La indiscutible importancia de los medicamentos como uno de los instrumentos para enfrentar las enfermedades, debe llevarnos a pensar en la necesidad de que los Estados, sus instituciones y los ciudadanos vigilemos y controlemos toda la cadena de su producción, formulación, comercialización, uso y aplicación. Valorarlos y utilizarlos, sin generar farmacodependencia. Producirlos y comercializarlos, sin anteponer las ganancias desmedidas a las necesidades de salud de la población.
Enseñar y aprender a formularlos adecuadamente cuando sean necesarios, sin desconocer otras alternativas ni someterse a las presiones del mercado o de las empresas que se enriquecen intermediando. También aquí se requiere más Estado y menos mercado. Más Buen Vivir y menos consumismo, para el caso, de medicamentos.
*Médico social.
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