Vacuna contra el VPH en Bolívar, una historia de incertidumbre
Natalie Sierra Montes, una de las menores que ha sufrido decaimiento y desmayos después de recibir la vacuna. Fotografía autorizada por su madre, Luz Mary Montes. FOTO santiago valenzuela
Sentada en la esquina de su cama con un lápiz y una hoja de papel apoyadas en el colchón, Natalie llama a su mamá: “¡Me duelen las piernas! ¡No quiero seguir dibujando!”. El eco de su voz retumba en las paredes de cemento cubiertas por un techo de zinc. Es mediodía, el calor alcanza los 45 grados y en la casa no hay ventilador. Ella no sale de su habitación, teme que de un momento a otro empiece a convulsionar. Aunque tiene 12 años y sus amigas viven y juegan cerca, prefiere quedarse y esperar a que llegue la noche.
A veces la acompaña su hermana, Yurani Sierra, de 15 años. Últimamente no frecuenta la casa porque en medio de la soledad intentó suicidarse. La tristeza que comparten tiene una misma causa: la vacuna contra el papiloma humano (VPH), que fue aplicada de forma masiva en 2012 en el departamento de Bolívar (10.113 vacunas).
Desmayos, convulsiones, quistes en los ovarios, debilidad en las piernas, depresión. Estos son solo algunos síntomas que las hermanas Sierra han padecido. En donde viven, el municipio de Carmen de Bolívar, el miedo por la vacuna es colectivo.
En una caja de cartón, Mary Luz Montes, madre de las dos niñas, guarda los recortes de la prensa. Artículos que durante los últimos cuatro años han advertido sobre un problema de salud que ha afectado a las niñas de Carmen de Bolívar; enfermedades supuestamente relacionadas con la vacuna que no han sido explicadas todavía de manera satisfactoria. Desde 2012, el problema fue creciendo como una bola de nieve. Que la hija de la vecina está sufriendo de convulsiones, que las compañeras del colegio sienten frío en las manos, que se quedan pálidas, que no pueden hacer ejercicio…
En las vacunas contra el VPH el Ministerio de Salud invirtió cerca de 100 millones de dólares. La intención, como lo ha señalado el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, siempre ha sido evitar que se propague esta enfermedad de transmisión sexual, que en algunos casos puede causar cáncer de cuello uterino. La Procuraduría y la Corte Constitucional han vigilado las jornadas de vacunación en el país. No solo ha sido Carmen de Bolívar; en Bogotá, Cali y Medellín también se han reportado casos de niñas que han manifestado dolores después de aplicarse la vacuna.
El capítulo sobre los supuestos efectos negativos de la vacuna parecía terminar en febrero de 2015, cuando el Instituto Nacional de Salud (INS) publicó un estudio sobre la situación médica de las niñas que se declararon enfermas. Después de analizar 600 casos, el INS concluyó que la vacuna no era la causa de la situación que estaban atravesando: “en la población hay una percepción exagerada del riesgo de eventos adversos por la vacuna lo que también aumenta el riesgo de presentación de este evento sociógeno”. En otras palabras, y como lo dijo el presidente Juan Manuel Santos entonces, se trataría de “sugestión colectiva”.
“Nada ha cambiado”
El diagnóstico del INS fue contundente al señalar que los síntomas que presentaron las niñas comenzó en la mayoría de los casos después de dos meses y que no había elementos suficientes para concluir que se trataba de “Eventos Adversos Supuestamente Atribuibles a la Vacunación e Inmunización” (Esavi).
Lo que está en el papel parece no corresponderse con la realidad: “tienes que ver cómo se desmayan, es que se caen, hay que ver, son muchas niñas que salen del colegio y convulsionan y saltan”, cuenta un mototaxista del municipio.
Natalie Sierra ha encontrado en el arte una oportunidad para no pensar más en la vacuna, para no temblar si siente que se va a desmayar en el colegio o si de repente pierde las fuerzas en la calle. “Cuando las niñas fueron vacunadas estudiaban en el colegio Espíritu Santo, que fue el primero en el que se dieron casos de niñas enfermas por la vacuna. Yo las pasé al María Inmaculada y allá fue lo mismo, sentían dolor de cabeza, perdían el apetito”, cuenta Mary Luz.
Lo que más le molesta es que el Gobierno no le haya brindado atención adecuada a las jóvenes. Dice que en las EPS ya las ignoran y que la mayoría de los médicos no saben qué recetarles porque no tienen claro el origen de la enfermedad. “Al ver que no hay un tratamiento adecuado las hemos llevado a consultorios de medicinas naturales, donde les han dado zarzaparrilla (hierba que es utilizada para enfermedades de piel y cáncer) y otras vitaminas. El médico me dijo que si la niña orinaba verde era porque estaba intoxicada con la vacuna. Casi todas las niñas orinaban con color verde”.
Yurani está afiliada en la EPS Saludcoop (hoy Cafesalud) y Natalie a Mutual Ser, que atiende a la mayoría de niñas con afectaciones. El trabajo de estas entidades, según Mary Luz, se ha quedado corto: “la medicina natural por lo menos ha ayudado a que recuperen el apetito, en las EPS les han colocado Dipirona y eso les complica los problemas cardíacos”.
Mary Luz representa un grupo de 80 madres que tienen hijas con problemas físicos, según ellas, a por las vacunas. Piden con urgencia que se atiendan a las menores que presentan convulsiones constantes. “Unas comienzan a botar baba por la boca, otras se orinan, otras pegan brincos de aquí allá… muchas veces tienen que controlarlas entre cinco hombres”, sostiene Mary Luz.
El grupo de 80 madres viajó hasta Sincelejo para tratar a las niñas con medicina alternativa. El tratamiento costó entre 400 y 700 mil pesos por niña, y la mejora fue temporal. En este lapso han pedido que el Gobierno o la Alcaldía intervengan el problema con psicólogos o neurólogos.
Yurani viajó a Barranquilla para terminar el bachillerato, pero Maryluz cuenta que no aguantó ni tres meses: “Me decía ‘mami no aguanto, me duelen mucho las piernas, no puedo estudiar me da mucho dolor de cabeza’. Llegó flaquita flaquita”. Cuando convulsionaba no recordaba quién era: “ella dice que nos ve a todos, que nos está escuchando pero que no puede decir nada, que trata de pedir auxilio y no puede y que al final no se puede controlar y los ojos se le quedan en blanco”.
¿Y las instituciones?
Con la anterior Gobernación de Bolívar las madres no tuvieron una buena relación. Ahora están intentando entablar un diálogo para contar un diagnóstico más preciso sobre lo que sucede.
Luis Padilla, secretario de Salud del departamento, cuenta que la necesidad más urgente es “encontrar una institución con prestigio científico para que haga una evaluación. Que sea de la academia de la medicina y que sea muy confiable. Este fin de semana hubo nueve niñas con adormecimiento en las piernas y desmayos, eso preocupa”.
En el centro del debate ha estado el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, quien ha defendido la necesidad de aplicar la vacuna: “Sabemos que sigue existiendo un descontento social en Carmen de Bolívar, pero desde un punto de vista científico hemos visto que se trata de una respuesta sicogénica masiva al tema de la vacunación, esto también ha sucedido en otros países, como Corea”.
Sobre las críticas de las madres por la ineficiente atención que, según ellas, ha brindado el Estado, el ministro dice que han “tratado de hacer todo. Mutual Ser, que es una de las mejores EPS del régimen subsidiado, ha hecho las intervenciones. Es un tema que no se debe subestimar, y no lo hemos hecho”.
Según un informe ejecutivo del Ministerio de Salud, desde 2014 se han enviado grupos especializados en psiaquiatría y toxicología para acompañar a las menores afectadas. El Colegio Colombiano de Psicólogos y la Asociación Colombiana de Psiaquiatría han sido consultadas por el Ministerio para elaborar planes de intervención. Actualmente se está ejecutando el programa “Promoción de Convivencia pacífica a nivel Familiar y Comunitario y Prevención de Problemas y Trastornos Mentales en la Población Adolescente del Municipio El Carmen de Bolívar”.
Un diagnóstico social
Mary Luz conoce los programas del Ministerio. No cree en ellos. Dice que no logran comprender las dimensiones del problema en Carmen de Bolívar, que tampoco tienen en cuenta que quizá algunas familias no estaban preparadas para recibir esas vacunas y que hay otras, la mayoría, que han sufrido el conflicto armado en la región.
De las tres vacunas contra el VPH, Gardasil, Gardasil 9 y Cervarix, en la región pusieron Gardasil y Cervarix. “Eso tiene un bloque de edad y había que hacerle un estudio a la niña para ver si podía recibir esa vacuna, tocaba hacerle una evaluación nutricional, ver si tenía problemas de coagulación de sangre. Eso no se hizo bien. Llegaron al colegio y les pusieron las vacunas como si nada”.
Hay una historia por la que los médicos no le preguntan a Mary Luz. En 1999 ella visitaba el caserío de Caracolí a menudo. Su padre estaba enfermo y le llevaba mercados. En una de esas ocasiones, se encontró con unos “encapuchados a la orilla del camino”. Pararon el carro en el que venía: “Nos bajaron a toditos, eran como 70 carros parqueados a las cuatro de la mañana. Eran paramilitares que estaban peleando el territorio con los frentes 35 y 37 de las Farc. Cuando subían a las veredas mataban y mataban personas, todos éramos para ellos colaboradores de las Farc”.
Cuando todos los pasajeros se habían bajado del carro, dividieron a hombres y mujeres, y con una lista en mano, comenzaron a llamar: “Mataron a un muchacho delante de nosotros, le metieron unos tiros en la cabeza. Luego nos dijeron que ellos tenían la orden de matar a todos y quemar los carros, pero que por esa vez nos iban a dejar seguir”.
Desde 2013, Mary Luz y otras mujeres que lideran el proceso de divulgación de la Ley de víctimas y restitución de tierras han recibido amenazas por los grupos “antirestitución”. “A unas compañeras las cogieron en San Jacinto dos hombres en moto y les dijeron: ‘se van o las matamos, no queremos defensoras de derechos humanos’. A mí sé que me están haciendo seguimiento”.
En la lista de las madres de Carmen de Bolívar hay 800 niñas que padecen desmayos y debilidad en las piernas. Además de atenderlas, esperan que la Gobernación y el Ministerio incluya en su diagnóstico la historia de las familias y las secuelas que ha dejado la guerra.
Origen: Vacuna contra el VPH en Bolívar, una historia de incertidumbre