Primera parte: Vacunaciones masivas contra el Virus del Papiloma Humano, la nueva estrategia de un Estado feminicida
Por Beatriz Contreras y Jesús Morillo
Primera de tres partes
“Cuando la llevé a vacunar me dijeron que iba a sentir un pequeño malestar en el brazo
o que le podía dar un poco de fiebre; pero nunca me dijeron que iba a dejar de caminar,
que ya no iba a ir a la escuela y que iba a vivir siempre con dolor”.
Mara Mexia, madre de una de las 43 mil niñas afectadas
por la vacuna del virus del papiloma humano.
Gardasil, desarrollada por los laboratorios Merck & Co. Inc, y Cervarix, desarrollada por Glaxo Smith Kline, son las patentes universales del biológico que promete proteger a las mujeres del cáncer cervicouterino y otras enfermedades provocadas por el Virus del Papiloma Humano (VPH).
En México la patente Gardasil hizo su aparición en el año 2009. Entonces su venta y aplicación eran exclusivas de los consultorios médicos privados.
Tiempo después, organizaciones como la Asociación Mexicana de Lucha contra el Cáncer (AMLCC) presionaron durante meses a la Cámara de Diputados para que se aplicara de manera gratuita a todas las niñas del país de entre 11 y 15 años.
Finalmente, en el 2012, el Estado mexicano decidió incorporar el medicamento al esquema básico de vacunación, por lo que que comenzó a distribuirse y aplicarse de forma masiva y obligatoria en todos los Centros de Salud, el Instituto Mexicano del Seguro Social y el ISSSTE.
Sin embargo, esta política pública se implementó sin tomar en cuenta las múltiples denuncias a nivel mundial en contra de Gardasil, ni los efectos secundarios que produce, entre ellos parálisis, enfermedades neuronales, infertilidad e, incluso, la muerte.
Tampoco se solicitó un informe detallado sobre su efectividad, ni mucho menos se consideraron los precios tan elevados a los que se comercializa, pues cada dosis cuesta 2 mil 500 pesos, y se necesitan dos para completar el tratamiento.
Crear males para vender soluciones
Gardasil y Cervarix vieron su éxito en el mercado mundial gracias a una campaña mediática basada en el miedo. ¿A qué? A enfermar y morir de cáncer.
“Vacuné a mi hija por sugerencia del pediatra. Tenía 11 años y era la que le tocaba. No dudé ni un segundo en ponérsela, pues siempre nos dicen ‘si quieres a tu hijo, vacúnalo’ y pues en mi familia a mi mamá, a mis hermanas y a sus tías les quitaron la matriz por lesiones precancerosas”, explica consternada Mara Mexia.
El virus del papiloma humano es la enfermedad de transmisión sexual más común. De hecho, se estima que aproximadamente el 75 por ciento de la población sexualmente activa del mundo la padece. Pero también, esta dolencia puede ser un cofactor de lesiones cancerígenas en el cuello uterino.
El cáncer cervicouterino es considerado la tercer causa de muerte en mujeres a nivel nacional, con un promedio de 4 mil decesos cada año.
Si bien esta cifra es bastante alta, sólo representa el 1.4 por ciento del total. Sin embargo, autoridades de salud a nivel mundial, gobiernos y medios de comunicación presentan al cáncer de útero como una pandemia y al VPH como un padecimiento con consecuencias mortales, casi comparables con el VIH.
No obstante, investigaciones demuestran que el VPH es uno de los detonantes del cáncer de cervix, pero no el único. De hecho, el 95 por ciento de las mujeres que contraen VPH nunca llegan a desarrollar cáncer.
Esto sucede porque sólo 40 de las 160 cepas de virus que conforman el VPH pueden provocar tumores o lesiones peligrosas, pues el resto son eliminadas por el sistema inmunológico de forma natural.
Incluso, la doctora Diane Harper -líder del grupo de investigación que desarrolló las vacunas contra el VPH- declaró durante un encuentro de médicos en Estados Unidos que Gardasil y Cervarix se “sobrevenden”, pues la primera sólo previene cuatro y la segunda dos de las 15 cepas peligrosas.
Asimismo, instituciones como la OMS reconocen que la evolución de VPH a cáncer tarda en promedio 20 años, por lo que se puede realizar una detección oportuna por medio de la citología o el papanicolau anual.
Entonces, ¿vale la pena vacunar a una niña con un medicamento -cuya seguridad ha sido fuertemente cuestionada- para protegerla contra una enfermedad que en pocos casos causará cáncer?
Nuestras muertes, ¿un mal necesario?
“En la Secretaría de Salud me dijeron que todos los medicamentos tienen su riesgo, pero nos deben informar a qué te estás ateniendo para que tú puedas decidir, con pleno conocimiento de causa, si te arriesgas o no a que tu hija sea ésa una entre diez mil o entre un millón”, opina Mara Mexia, cofundadora de la Red de Afectadas por la Vacuna del VPH México.
Por el mal manejo de la información que se ha realizado en torno a las patentes Gardasil y Cervarix, los estados nación en complicidad con las farmacéuticas son responsables de la muerte de más de 255 niñas y mujeres en el mundo, así como de las afectaciones a otras 43 mil.
En nuestro país, la Red de Afectadas por la Vacuna contra el VPH-México tiene registrados 12 casos: 11 de niñas menores de 15 años y el otro de una profesional mayor de 30 años que compró el medicamento de forma independiente.
Asimismo, en diciembre de 2015 la misma organización dio a conocer el nombre de la primera víctima mortal: Ximena Moro, una niña de 14 años del estado de Puebla, quien llevaba dos años luchando contra la miositis que le provocó la patente Gardasil.
Ximena Moro. Feminicidio de Estado
Se estima que la cifra puede ser mayor, en tanto que la mayoría de las veces no se asocian los síntomas a las vacunas.
Según el investigador Rokuro Hama, del Instituto Japonés de Farmacovigilancia, 3 de cada 100 niñas vacunadas pueden llegar a padecer los efectos adversos por la vacuna del virus del papiloma humano, entre ellos: inflamación aguda del sistema nervioso, asfixias, lupus, desequilibrio del sistema inmunológico, fases de ceguera, convulsiones, parálisis facial y paraplejia.
Aun así, autoridades del Centro Nacional de Salud para la Infancia y la Adolescencia han declarado públicamente como justificación a sus políticas que en el mundo existían alrededor de 100 millones de dosis aplicadas y que los beneficios eran mayores que los efectos adversos que se puedan presentar.
También hay personas que han dicho públicamente que estas “afectaciones menores” son necesarias si se quiere evitar que las mujeres de futuras generaciones enfermen y mueran de cáncer
“No hay pruebas de que la vacuna contra el VPH haya salvado a alguna mujer del cáncer cervicouterino; eso no se va a saber hasta que pasen 20 años. Lo que sí se sabe es que el 95 por ciento de las niñas que son afectadas por la vacuna quedan discapacitadas”, asegura Mara.

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De acuerdo con la FDA, por su nivel de complejidad, compuestos biológicos como Gardasil y Cervarix requieren un tiempo de desarrollo de por lo menos veinte años, para realizar pruebas de efectividad y evaluaciones rigurosas sobre posibles efectos adversos.
Sin embargo, estos fármacos que hoy se aplican de manera obligatoria a todas las niñas de entre 10 y 11 años de edad fueron elaborados y puestos a la venta en tan sólo cinco.
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Imagen de portada: http://www.vaccinationinformationnetwork.com/gardasil-casualty-zeda-pingel-indiana/
Imágenes niñas: ¡Detengan la vacuna!
Beatriz Contreras. Comunicóloga. Feminista separatista, rabiosa y enojada con el mundo. Enemiga de los machos progre. Grita para incomodar a los defensores de la maternidad obligatoria, la castidad y la “normalidad”. Arde porque callar no puede.