Opinión

Pfizer pretende edulcorar el lado oscuro de las farmacéuticas con su nuevo libro infantil

El sueño mágico de Shamán tiene de todo, excepto buenas intenciones

LeilaSamanPor: Leila Samán

La empresa biomédica Pfizer publicó a finales de mayo de este año un libro infantil llamado El sueño mágico de Shamán. Este libro, según palabras de la propia empresa, existe bajo la premisa de querer explicarle a los niños el “largo y complicado proceso científico” que presupone la elaboración de medicamentos. Sin embargo, al leer el texto nos podemos percatar que esto lo logra dejándole al público infantil un mensaje muy cuestionable.

La historia cuenta la vida de Shamán, un niño brujo que vive en el Amazonas junto a su abuelo, el Gran Hechicero. A ambos los visitan dos hombres, supuestos amigos del abuelo, que portan el logo de Pfizer en sus camisas y se hacen llamar los “científicos”. Estos científicos le piden a su abuelo que les revele los secretos curativos de las plantas y con esta información se van. Le dejan al niño Shamán un botón llamado “Esperanza”, que solo debe presionar cuando se encuentre en dificultades.

El abuelo le relata al niño que lo que hacen estos “científicos” es producir medicamentos. Ante la duda de qué es un medicamento, el abuelo le explica, en algo que parece un “sueño mágico”, la historia y el proceso de fabricación de estos. Hacia el final, el abuelo enferma y Shamán no es capaz de curarlo usando la medicina natural y ancestral de su tierra, y se ve forzado a pulsar el botón. Los científicos llegan con los medicamentos y salvan la vida del abuelo. Concluye el texto con una reflexión de Shamán: “Los remedios que hacemos con las plantas o animales de la selva funcionan muy bien, pero muchas veces no son suficientes y hace falta la ciencia avanzada que he visto en mi sueño”.

Hay varios detalles sobre esta historia en los que nos debemos detener para entender las verdaderas intenciones de Pfizer y del escritor, Miguel Ángel Hernández-Presa. Preguntémonos: ¿qué esconde la alegre historia de Shamán? ¿Cuál es el trasfondo oscuro que el texto nos muestra de forma un tanto edulcorada y pretendidamente armoniosa?

Podemos comenzar desde el principio: la llegada de los “científicos” de Pfizer y el hecho de que se hayan apoderado del conocimiento ancestral para la producción de sus medicamentos. Que el conocimiento científico acuda a las fuentes ancestrales es una realidad: pero que este tema haya sido resuelto con tanta facilidad y sin complejidad como nos lo muestra la historia es querer tapar el sol con un dedo. Aún todavía, la apropiación de conocimientos ancestrales por parte de las industrias para la producción y, más importante, comercialización de nuevas medicinas sigue siendo un motivo de lucha y discusión entre los pueblos y grandes farmacéuticas, entre las que podemos contar a Pfizer. Cierto es que estas empresas “toman” (con o sin permiso, claro está) estos conocimientos y lo utilizan en beneficio propio para generar inmensos dividendos, de los cuales los pueblos, originales forjadores de esta sabiduría, no ven casi nunca ni un centavo: siquiera se les debe casi nunca atribución. Pensar que un conocimiento que ha sido durante siglos propiedad comunitaria, pase a ser un número en un registro de patentes bajo el nombre de algún “científico” como el del cuento, que solo piensa en su beneficio, es algo que a los niños no se les debe mostrar como bueno. Son los mismos habitantes de estas tierras quienes luego, sin poder recurrir al botón “Esperanza” del libro, deben pagar para acceder a estos medicamentos.

¿Es necesario el conocimiento científico para perfeccionar, hacer más eficiente e industrializar su producción de los métodos medicinales ancestrales? Eso es indudable; pero que las cosas se lleven a cabo con tanta simplicidad es sin duda jugar para un solo lado: el de la empresa. Si sus intenciones fueran la mitad de didácticas de lo que quieren hacer ver, entonces ¿por qué no mostrar entonces también el duro proceso capitalista de distribución y venta de los medicamentos? ¿No son las compañías farmacéuticas incluso más rentables que los bancos?

Otro de los mensajes entre líneas que el libro menciona, pero, ingeniosamente, pasa solo superficialmente por él, es la cuestión de la experimentación con animales y humanos. Muchas organizaciones a nivel mundial se levantan en contra de dichos experimentos, tanto para probar nuevas medicinas como para probar suntuarios productos cosméticos. ¿Por qué es un problema? Sí se entiende la necesidad de pasar los medicamentos y cosméticos por una fase de pruebas para evitar que llegue al mercado un producto que puede ser perjudicial: pero lo que este libro debería mencionar, es que muchas veces esos experimentos se hacen de manera innecesaria.

Las farmacéuticas sacan nuevas patentes que reemplazan las más antiguas, aunque no necesariamente siempre estas nuevas patentes sean mejores que las anteriores, sino simplemente lo hacen como un método comercial para descontinuar las viejas patentes que ya no les generan tanta remuneración como antes (o han pasado a dominio público) y así obligar a los pacientes a comprar estas nuevas con las que sí se ven beneficiados económicamente. Estas nuevas patentes que no aportan nada nuevo deben igual ser probadas sistemáticamente, poniendo en riesgo vidas humanas y, por supuesto, haciendo sufrir a los animales de experimentación.

Para añadirle más inmoralidad al asunto de presentar los ensayos clínicos como algo tan natural, recordemos que este mismo año, en Francia, seis pacientes que participaban en los ensayos clínicos de un medicamento sufrieron fuertes daños neurológicos, incluso uno de ellos falleció debido a una muerte cerebral. Esto sin contar los cientos de animales que mueren sin merecer una plana en un periódico debido a estos mismos cuestionables métodos.

Sabemos que la historia de la farmacia y los métodos que actualmente se utilizan para producir medicamentos no existen sin su polémica, y que una empresa que se dedica precisamente a producirlos y distribuirlos no va a querer dar una mala impresión sobre lo que hace. Si para algo está escrito este texto, es para afirmar los métodos de los que se vale Pfizer para producir medicinas: no para resultar verdaderamente didáctico para las mentes infantiles. Conseguirán en este libro un resumen de las dudosas políticas de Pfizer y un colorido comercial de pies a cabeza en contra del conocimiento ancestral y los remedios naturales.

 

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