Por Dayana Chediak
La morfina y otros medicamentos opioides se usan para aliviar el dolor desde la antigüedad, de hecho el uso de esta droga es tan antigua que en el siglo IV A.C se realizaban preparaciones a base de este narcótico, que eran vendidas por comerciantes y charlatanes donde se popularizó en Roma, luego en el siglo XVII su uso se extendió por Europa.
El medico ingles Thomas Sydenham en 1680, mencionó que no había otro remedio tan universal como el opio, donde expresó que “entre todos los remedios a que Dios todopoderoso le ha complacido dar al hombre para aliviar los sufrimientos, no hay ninguno que sea tan universal y tan eficaz como el opio”.
El conocimiento del opio se transfirió en la Edad Media desde Europa a los árabes, quienes trasladaron a principios del siglo XIX el aprendizaje a China, donde intentaron prohibir el cultivo del opio y su comercio con los países occidentales.
La historia del uso del opio aconteció cuando el químico alemán Friedrich Wilhelm Adam Sertürner en el año 1803, logró descubrir y aislar el alcaloide principal del opio, denominándolo morfina, en relación con Morfeo, el mitológico Dios de los ensueños.
Félix Hoffmann es otros de los científicos que realizó trabajos con opiáceos, debido a que laboraba para la compañía farmacéutica Bayer, cuando su supervisor Heinrich Dreser le solicitó que acetilise la morfina para producir codeína, el experimento produjo una morfina acetilada entre un 50% y un 100% más potente que la morfina.
Las pruebas con la morfina acetilada comenzaron en 1898 en conejos y ranas, más tardes con trabajadores de la empresa, que al consumirla expresaron que sentían sensación de heroísmo, por ellos se denominó a esta sustancia heroína, donde Bayer presentó este producto en forma de jarabe para la tos.
Bayer anunció el “Jarabe de Heroína” como efectivo remedio contra la tos de los niños, donde la publicidad apareció en todos los grandes periódicos, con imágenes de una madre suministrando la medicina al niño.
El jarabe de heroína de Bayer se distribuyó como muestras gratuitas en el año 1900 a Estados Unidos para los adictos a la morfina que deseaban rehabilitarse, sin embargo esta sustancia se vuelve a transformar en morfina al pasar por el hígado,ademas que resultó ser mas adictiva, al descubrir este proceso de transformación en el cuerpo, en año 1913 Bayer suspendió la producción.
Los opiodes en el tratamiento del dolor
Los pacientes que presentan dolor moderado o severo recuren al tratamiento con opiodes, sin embargo desde hace muchos años es considerado un tema tabú, donde muchas personas en el ámbito sanitario y el no sanitario tienen recelo a la hora de recurrir a estos medicamentos, que en realidad los fármacos a base del opio pueden beneficiar los síntomas y bienestar del paciente en diversas etapas de la vida.
El uso de los opiáceos en el tratamiento del dolor ha ido creciendo sustancialmente, sobretodo en Estado Unidos, conjunto a ello crecen los mitos del miedo a engancharse, con la posibilidad de que el paciente se haga adicto a esta droga, también su relación con la muerte a que solo debe usarse al final de la vida, además que su uso provoca depresión respiratoria, entre otros.
En Estado Unidos los diarios informan que los medicamentos a base de opio están generando la muerte de millones de personas, sin embargo un artículo en el portal web elsalvador.com titulado “Develando mitos sobre la morfina” señala que “estudios clínicos realizados hasta la fecha revelan que la morfina y otros opioides no matan a los pacientes, sino a los síntomas”.
Las falsas creencia en torno al tratamiento del dolor, es otro de los artículos que se pueden encontrar en la web, publicado por el portal “nisa informa”, donde el doctor Miguel Ángel Merino, de la Unidad del Dolor del Hospital Nisa Sevilla Aljarafe, ubicado es España, indica que el desconocimiento lleva a las personas a evitar el consumo de medicamentos opioides por la creencia de volverse adictos.
El artículo de esta página web explica de los diferentes estudios que demuestran el bajo nivel de adicción a los fármacos opioides, donde el doctor Merino asegura que solo son “entre uno y tres casos de cada 12.000”, además explica que cuando se retira al paciente los medicamentos a base de opio que se utilizan para tratar el dolor es simple, “cuando presenta problemas es por la concurrencia de otras alteraciones de carácter psicopatológico”
La publicación demuestra que el riesgo de morbilidad por administrar antinflamatorios (AINES) que se adquieren sin receta médica es mucho más riesgosos que los opiáceos, “El consumo frecuente, de los AINES está asociado a 1.000 muertes anuales en España por hemorragias digestivas además de aumentar la incidencia de enfermedades vasculares como el infarto de miocardio. El “inofensivo” paracetamol está implicado también en hemorragias digestivas, mientras que el riesgo de morbimortalidad de un opioide, producido por una depresión respiratoria es prácticamente insignificante”.
Al consumir un fármaco AINES puede ocasionar efectos secundarios más severos de acuerdo al texto citado, por ello si un paciente se le administra un paracetamol tiene más riesgos de sufrir otra patología que generaría la ingesta de otro fármaco, en cambio un medicamento opiáceo es mucho más inofensivo, de acuerdo a este análisis se puede concluir que es uno de los motivos por el cual los monopolios satanizan el uso de los medicamentos derivados del opio.
La euforia es otra serie de mitos que enfrentan los opioides, como lo explica Luisa Franco Gay en el portal web de Clínica del Dolor Praxis Bilbao, ubicado en España, donde informa que “no debe confundir la sensación de bienestar que produce el alivio del dolor con la euforia del que la consume por diversión”
La sedación y estupor que produce los opiáceos es otro de los puntos que también señala el artículo, donde informa que estos efectos surgen en el paciente en los primeros días del tratamiento, luego de experimentar estos síntomas desaparecen, sin embargo si el estreñimiento persiste se debe cambiar de fármaco, cabe destacar que “el tratamiento con opioides ha demostrado que proporciona una mejor calidad de vida en todos los parámetros de funcionalidad, sueño, entre otros, en los pacientes que toman oxycodona e hidromorfona.”
El artículo de la doctora Franco también le atribuye a que existe la falsa creencia y desconocimiento del uso de medicamentos opioides en el tratamiento del dolor, sobre todo por parte de los profesionales de la salud, “esto conlleva el miedo a su utilización por lo que no se prescriben fuera de las unidades del dolor, lo que sobrecarga el trabajo de las mismas impidiendo que se desarrollen en terapias avanzadas”.
La Doctora Franco en la publicación sitó un estudio realizado en el año 2001 por farmacólogos (McCaffery M 2000, Joranson DE 2001), donde “demuestra la falta de conocimiento de los opiáceos ya que la mayoría de ellos fueron incapaces de distinguir entre los cuadros de adicción, dependencia física y tolerancia. Este fallo es extensible a toda la clase médica, profesionales de la salud y organismos responsables que regulan la prescripción de los opiáceos”. La ignorancia en este tema etiqueta a los pacientes como adictos, cuando en realidad los síntomas son tolerancia, dependencia física o progresión de la enfermedad.