Opinión

La doble cara del cannabis

Por Angie Vázquez

La aprobación del cannabis medicinal constituye un paso de avanzada médico-jurídica para el manejo del dolor y síntomas difíciles en condiciones y enfermedades terminales/crónicas y sus tratamientos. Sus beneficios medicinales son de conocimiento milenario pero el abuso recreacional en el siglo XX y el descontrolado narcotráfico le demonizaron bloqueando su inclusión en el listado de sustancias aprobadas y reguladas por el estado, farmacéuticas y organizaciones profesionales.

Buscamos soluciones para las enfermedades. El “Physicians Desk Reference” (PDR) contiene más de mil medicamentos aprobados que proveen cura, alivio o estabilización a muchas enfermedades. Ahora se propone añadir el cannabis por su componente tetrahidrocannabinol (THC) y otros 66 cannabinoides (entre ellos el cannabidiol) de posibles efectos paliativos anti-inflamatorios, ansiolíticos, hipnóticos o anticonvulsivos. Los defensores proponen sustituir la medicación tradicional de opioides por cannabinoides cuyas dosis menores pueden dar mejores resultados.

Pero, ¡ojo! El uso del cannabis tiene dos caras. Hay dos grupos con agendas distintas y uno puede destruir al otro. La medicalización no debe mezclarse con la propuesta de legalización recreacional. La comunidad científica no apoya el consumo recreacional porque no es saludable (la Asociación de Psiquiatría Norteamericana, APA, se opuso a ambas opciones, 2015). Tampoco puede exaltarse la planta como panacea universal ni promover el discurso mixto. Antes le llamaban despectivamente “droga” y ahora “fármaco”, para levantar su imagen medicinal, pero sigue siendo una sustancia química de efectos físicos y psicológicos. Sigue siendo droga.

El cannabis no es único en sus funciones medicinales ni implica prescripción automática o mal cualificada. Las emotivas campañas de apoyo deben guardar mesura evitando falsas promesas y sensacionalismos. La confirmación de los beneficios del cannabis medicinal no puede ser anecdótica ni ajena al uso medicinal. Sus efectos terapéuticos, sus grados de aplicación y lo contrario (toxicidad, intolerancia o ineficacia) tienen que ser informados exhaustivamente.

Para defender sus propiedades medicinales, las verdades no pueden ser a medias. El argumento de que el cannabis no causa adicción no es correcto. Si así fuera, ¿por qué un laboratorio israelita trabaja experimentalmente con una cepa de Cannabidiol sin THC que no cause adicción? Psicólogos y psiquiatras sabemos, además, que en las adicciones no solo es importante el impacto de las sustancias químicas en el cuerpo sino también otras dimensiones del usuario como las psicológicas. Por ende, no es correcto afirmar que no causa dependencia porque la literatura investigativa no puede asegurarlo. El “National Institute on Drug Abuse” (NIDA) informa que la evidencia se contradice.

El argumento defensivo de superioridad orgánica también es incorrecto; no está exenta de efectos dañinos o tóxicos. El que conocede metabolismo sabe que absolutamente todo lo que se consume o administra al cuerpo tiene efectos distintos, directos o secundarios, por lo que el seguimiento médico a la prescripción farmacológica es crucial. Nada es 100% inofensivo. Los efectos y propiedades de los componentes cannabinoides aún están bajo investigación y su toxicidad o efectos necesitan más estudios. Finalmente, es pertinente recordar que el cannabis no cura; sólo es paliativo. La explicación más simple establece similitud con la aspirina, aunque de efectos más poderosos.

Otro asunto son los trastornos psicológicos que son más complejos y controversiales. El cannabis medicinal debió ser aprobado para enfermedades físicas, terminales o crónicas, sin incluir trastornos como la ansiedad y depresión, por razones conocidas entre profesionales éticamente serios: deben ser trabajados -siempre y primero- con tratamiento psicológico; si requiriese apoyo psicofarmacológico existen opciones psiquiátricas que deben ser agotadas primero y al menos por seis meses; la persona con historial evidenciado no debe usar el cannabis medicinal para legitimar su adicción recreacional o para evadir tratamientos psicológicos.

Los usuarios recreacionales no deben igualarse a los medicinales bajo ningún concepto, aunque algunos se proponen coger pon adquiriendo tarjetas que legalicen sus estilos de vida. ¡Qué daño hacen a los que verdaderamente necesitan la alternativa medicinal del Cannabis! Confiemos que la Junta regule bien la otorgación de licencias y detenga cuestionables acciones médicas como la promoción publicitaria de precios especiales para obtener la misma.

Origen: La doble cara del cannabis | El Nuevo Día

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