Entre el menemismo de la convertibilidad “uno a uno” del dólar con el peso, la Alianza enredada en una economía en decadencia, con un abrupto final, “corralito” incluido, que atrapó ahorros e ilusiones y el kirchnerismo hubo negocios muy prósperos en Rosario. Las cadenas de farmacias con descuentos tuvieron su apogeo durante esas épocas difíciles y son una triste muestra del dinero fácil que nace de los vínculos con el poder, transformando a sus autores en impunes, hasta que el ciclo se cierra y otros ocupan su lugar.
“El precio más bajo siempre”
Resultaba extraño que en innumerables locales de farmacia las especialidades medicinales se vendieran a un precio inferior que sus competidores. La pionera con esa modalidad llevaba el apellido de su fundador: Peressotti.
Fue el Colegio de Farmacéuticos el que no dudó en poner sospechas sobre estas prácticas comerciales. Lo sancionó varias veces por cuestiones éticas y hasta le retiró su matrícula. En la provincia de Santa Fe no están permitidas las cadenas de farmacias, sin embargo Peressotti constituyó una con varios responsables que respondían a él. Además sus colegas dudaban de un origen legítimo de los productos que comercializaba pero su poder económico enfrentaba cualquier crítica. Si a nivel mundial la industria farmacéutica era de las más prosperas, porque no pensar que ese exitoso rubro no se podía replicar en unas pocas farmacias de barrio.
En 2003 la “Ley de lemas” permitió que proyectara su primer emprendimiento político: Su candidatura a Gobernador. El Partido Justicialista, devenido tiempo después en Frente para la Victoria, le abrió sus puertas seducido por el poder económico y fama del empresario farmacéutico, y le puso a sus pies la red de punteros políticos para ganar votos. No obtuvo el triunfo, pero sus 50 mil votos contribuyeron a que Carlos Reutemann alcanzara la Gobernación provincial. A partir de allí se transformó en un candidato posible, principalmente por el capital que estaba dispuesto a invertir en su campaña y sus aceitados vínculos con los referentes gremiales y políticos peronistas.
Dos años después lo presentan como candidato a concejal de Rosario resultando electo para una banca del Frente para la Victoria, la alianza que fundó el
Pero Peressotti no pudo cumplir la totalidad de su período. A la mitad de su mandato un escándalo le pone fin a su carrera política. Sucedió en un local de una de sus farmacias al ser denunciado por maltratar y lesionar a dos empleadas a las que les recriminó no haber hecho nada para evitar que unos ladrones le sacaran el dinero de la caja. La opinión pública comenzó a conocer lo que puertas adentro muchos sabían: Su actitud de patrón de estancia y su trato inhumano con el personal a su cargo lo habían hecho un personaje conocido en los tribunales de trabajo, aunque nunca terminó de pagar las demandas.
La justicia lo procesó por ese incidente y además salió a luz otra causa judicial en la Justicia Federal por vender medicamentos sin receta médica.
Peressotti fue perseguido con un juicio político en el Concejo Municipal de Rosario mientras amenazaba a sus compañeros de bancada con hacerle demandas legales o revelar secretos inconfesables, pero finalmente presentó su renuncia que fue aceptada casi de inmediato. En 2008 finaliza su carrera política y uno años después cierra su último local. El concejo municipal pudo respirar tranquilo. Pese a todo, el sueño de concentrar el mercado de comercialización de medicamentos de Rosario tuvo herederos.
La mafia de las farmacias.
Parece que la forma que utilizó Peressotti para armar su emporio le sirvió también a José Amtonio Iborra y su hijo, Juan Pablo, quienes desde su farmacia “Suiza” extendieron sucursales operadas por terceros que alcanzó a cuatro locales, en donde el buen precio del medicamento era el atractivo que no reflejaba su proceder mafioso.
Eran tiempos violentos en Rosario y estos empresarios no desencajaban. Las bandas de narcotraficantes arreglaban a los tiros en la calle sus disputas y la ciudad pasaba a ser noticia por sus muertes violentas. Las balas también eran el idioma de los dueños de la Farmacia Suiza.
Cuando la titular de unas de las farmacias que controlaban los Iborra presentó una demanda contra ellos, no se les ocurrió otra forma de negociar que contratar al sicario Pablo Peralta para que matara al abogado que la representaba. El penalista Alberto Tortojada salvó su vida de milagro pese a recibir varios disparos.
Los Iborra y su brazo armado fueron responsables de otros atentados, como el balazo que recibió en 2012 la Jefa de Inspectores de Farmacias de Rosario, Patricia Kleinlein, el cuchillazo al dueño de la farmacia de Sarmiento al 600 y los balazos contra una vecina de la zona de la comisaría 15º en 2013.
Además intimidaron al gerente del laboratorio Roemmers y a un ex presidente del Colegio de Farmacéuticos. Durante esos años el terror de los Iborra atravesó el negocio de las farmacias de Rosario sin que la clientela se percatara de la oscura trama que había detrás.
Los rastros de los Iborra marcan el extraño final del Laboratorio Apolo, cuya planta de producción voló por los aires en 2016 al estallar una caldera. Uno de los directores técnicos de Apolo integraba la sociedad de la Farmacia Suiza de los Iborra. El dueño de Apolo, Jorge Salinas, exhibía oro, aviones privados, vehículos de lujo y negocios ilegales con Paraguay. Estaba involucrado en una denuncia por estafar al PAMI, la obra social de los jubilados, por decenas de millones de pesos con medicamentos que simulaban vender a jubilados fallecidos.
Todo parece estar conectado con el cáncer de la corrupción, del contrabando y, porque no decirlo, del narcotráfico que relaciona sus insumos con productos de laboratorio. Una historia que no tiene fin, por ahora.
Claudio Scabuzzo
@laterminalblog
Origen: La mafia detrás del mostrador. – La Terminal, ida y vuelta a la realidad