Mariguana medicinal: ¿una reforma placebo?
Por: Luis Rivera Vélez (@luisrivelez)
Cuando uno le pone un poco de ciencia política a la reforma del cannabis medicinal en México, solo queda claro que la tal “reforma” no es reforma. O por lo menos, no todavía. Mientras las principales instancias políticas federales acuerdan que es necesario un cambio de la política que regula la mariguana nacionalmente, el reglamento que propone la Cofepris solo abarca el mínimo denominador común para considerar esta política como un cambio: importación de derivados a base de CBD, uno de los tantos componentes presentes en la planta de cannabis. Lo propuesto por la Cofepris es lo que podemos llamar una política ‘placebo’: un cambio que solo tiene aspecto de reforma, pero que en realidad, se queda corto al dar verdaderas soluciones al problema que pretende solucionar.
En México, como en casi toda América latina, la idea de regular la mariguana medicinal no viene del gobierno. Al contrario, la regulación es una demanda de la sociedad, y en especial de las madres y padres de niñas y niños enfermos que descubren, casi por casualidad, que la mariguana puede aliviar algunos de los síntomas de las enfermedades que los afligen. Todo empieza en agosto del 2013, con el famoso el caso de Charlotte Figi, en Estados Unidos. Charlotte sufre de epilepsia refractaria, es decir, que su enfermedad no responde a los medicamentos convencionales. Cuando tenía 5 años, sus padres desesperados por su condición, deciden darle un aceite a base de mariguana pues declaran que ya no tienen nada que perder. A su sorpresa, Charlotte pasa de tener 300 convulsiones semanales a no tener ninguna.
Frente a este descubrimiento, las madres y padres de niñas y niños en condiciones similares se activan por toda América Latina. En México, la historia de Grace, una niña con epilepsia refractaria, es mediatizada por sus padres y con la ayuda de activistas comprometidos en la reforma de la política de drogas, la demanda de medicamentos a base de mariguana llega rápidamente a los juzgados. Con sorpresa pero sin mayor resistencia, ni los médicos ni los jueces se oponen a facilitar un tratamiento a una niña enferma.
Todo esto pasa un los meses anteriores a que la Suprema Corte de Justicia declare inconstitucional la prohibición absoluta de la producción y el consumo de mariguana, con el argumento que la mariguana no es una sustancia inocua pero que “daños a la salud derivados del consumo de Mariguana no son graves” (Amparo en revisión 237/2014, p.57). Como consecuencia del debate nacional que surge de estos casos, tanto el Congreso de la nación como el gobierno federal aceptan la necesidad de regular los usos médicos de la mariguana.
La negociación política es larga y tediosa, y el interés de la reforma es diluido en debates estériles en el Senado y la Cámara de Diputados. Pero la perseverancia de las mamás, y la ayuda de los activistas hacen que la ley finalmente aprobada en mayo de este año reconozca los usos y la producción nacional de derivados a base de cannabis, con todos sus componentes (nuevo articulo 235Bis de la Ley General de Salud). Sin embargo, es a partir de ese momento que la Cofepris juega con su autoridad, y decide no acatar la reforma a cabalidad.
En efecto, el reglamento que pretende expedir la Cofepris para poner en marcha la nueva ley, solo acepta la importación de derivados con un máximo de 1% de THC. Hoy en día se tiende a considerar que de los dos cannabinoides más conocidos, como el THC es psicoactivo y el CBD no, pues el CBD es el único que tendría beneficios medicinales aprobados. Sin embargo, esta aserción es falsa. Si hablamos en términos de ensayos clínicos, no existe la evidencia necesaria para separar drásticamente los componentes. Al contrario, el medicamento Sativex, que es el derivado de la marihuana más aceptado a nivel internacional, tiene estos dos cannabinoides en proporciones iguales.
El mito que solo el CBD es bueno viene de la misma historia de Charlotte Figi, a quien sus padres le dieron solo CBD y esto le funcionó. Pero en toda América Latina las madres y padres que empezaron a experimentar con la mariguana como medicamento llegan a la conclusión que el THC también es útil, y que sobre todo, todo depende del caso. Y esta es el principal argumento para pedir una producción nacional, pues hace más fácil que la oferta se adapte a la demanda, y no lo contrario. En términos de salud, parece impensable pedir a un enfermo que se adapte a la medicina. Menos aún cuando la medicina llega a un precio desvergonzado.
Esta decisión arbitraria de la Cofepris ha sido criticada por la Cofemer, que considera la oportunidad de reforma no esta siendo aprovechada, y manifiesta su apoyo a una producción nacional, que regularía hasta las preparaciones caseras. Esto es conocido como “autocultivo” o “cultivo doméstico” que es la manera en que muchas madres y padres han estado tratando a sus hijas e hijos, en redes de apoyo con la supervisión de los médicos. Pero que sea por empresas o en los hogares, la Cofepris hace oídos sordos a la reforma.
Si bien el efecto placebo es conocido por tener efectos positivos en algunos casos, la idea misma del placebo es que el producto en sí no produce nada, solo que ayuda al cuerpo a adaptarse y no dejarse vencer por la enfermedad. En términos de reglamentación de la marihuana medicinal, puede que el cambio propuesto por la Cofepris traiga algunos resultados positivos. Pero en las condiciones actuales de la reglamentación, esto no será producto de la ley, sino de la fuerza de las madres y los padres que ven en el cannabis medicinal una esperanza para sus hijos. La gran diferencia es que cuando el placebo tiene efecto en medicina, la ciencia enaltece al cuerpo, pero cuando las madres curan a sus hijos, el estado las declara criminales.
* Luis Rivera Vélez es doctorando en ciencia política en el Instituto de Ciencia Política de París (Sciences Po). Su tema de investigación es la evolución reciente de la política de drogas en América Latina, con un énfasis en las diferentes regulaciones de la mariguana.