por Maribel Ramírez Coronel
Algo extraño e inentendible sucedió ayer 28 de junio, en el Senado. ¿Qué fue lo que realmente negociaron por atrás los senadores de las Comisiones Unidas que sesionaron para dictaminar la nueva Ley de Propiedad Industrial e Innovación? Es algo que no está claro porque ayer 28 de junio, suspendieron la sesión abierta que dejaron a medias y prefirieron hacerlo en lo oscurito.
El propio presidente de la Comisión de Salud, el senador Miguel Ángel Navarro, expuso abiertamente su desacuerdo sobre los tres puntos que van contra el paciente mexicano al incentivar el alto precio de las terapias innovadoras y quitar opciones a terapias accesibles. Fue entonces cuando el senador panista Gustavo Madero suspendió la sesión porque no había condiciones para dictaminar.
El capítulo había quedado en suspenso. Y unas horas más tarde ayer 28 de junio, mismo circuló el dictamen que terminaron aprobando en sesión cerrada. En esta versión quedaron varias condiciones que elevan las barreras de acceso a medicamentos genéricos: las patentes de segundo uso, la vinculación entre IMPI y Cofepris (conocido como linkage, que estaba en reglamento y ahora es más fuerte y subió a nivel de ley). Esto último obliga a que, para la salida de un nuevo genérico, la autoridad sanitaria considere factores económicos que van más allá de lo sanitario. Lo único que quitaron fueron las limitaciones a la cláusula Bolar que imponía plazos para investigar previo a la expiración de una patente de medicamento, pero no es suficiente. Con las otras condiciones aceptadas terminamos perdiendo lo más por lo menos.
El senador Navarro tiene que explicar por qué terminó aceptando lo que él mismo había manifestado como inaceptable.
Es inentendible que en México nuestros legisladores en lugar de defender la salud de los mexicanos y trabajar porque haya condiciones para acceso a terapias, acepten gratuitamente condiciones que limitan y ponen piedras en el camino a los pacientes.
Porque no se puede entender de otra manera que en México aceptemos condiciones mucho más férreas que las que aceptan en Estados Unidos donde, frente a nosotros, tienen mil veces más capacidad para adquirir terapias innovadoras. Qué más clara puede ser nuestra situación en México con el desabasto de terapias y lo que estamos viviendo ahora con la pandemia donde la carencia de todo tipo de insumos evidencia nuestra insuficiencia de recursos en el sistema mexicano de salud. ¿Por qué aceptar condiciones que van a encarecer más esos insumos?
¿Por qué darle ventajas extremas a la patentabilidad que terminan siendo estímulos a mantener precios elevados de los medicamentos cuando no estamos pudiendo acceder a esas terapias innovadoras que sí son grandiosas pero que tienen muy elevados costos? ¿Cómo reducir esos costos? Por lo pronto es claro que no con extensiones a la protección de patente. Por el contrario, se ha visto que a mayor periodo de protección de la patente más se elevan los periodos de precios inaccesibles.
Los senadores tienen en el T-MEC todo el respaldo para lograr un mayor equilibrio. Los senadores demócratas en Estados Unidos se lo hicieron ver en una carta al senador Gustavo Madero, quien evidentemente hizo caso omiso.
Nos lo dicen con todas sus letras: es innecesario y perjudicial para la salud pública mexicana limitar la concesión de licencia sobligatorias y otorgar patentes de nuevos usos o secundarias, porque éstas se eliminaron de la versión final del T-MEC pues fomentan una práctica anticompetitiva conocida como el reverdecimiento de patentes.
Es inconcebible que los senadores americanos sean más conscientes y hayan pugnado más fuerte por la salud de los mexicanos y ahora nuestros legisladores mexicanos estén tirado por la borda ese esfuerzo.
Sólo un dato: El presidente López Obrador está por ir a ver al presidente Trump, que es del Partido Republicano. No queremos pensar mal pero en esa ida puede haber algo más de lo que no conocemos y quizá está atrás de esta negociación bastante significativa para una industria farmacéutica que es gran aliada del ala republicana allá en Estados Unidos.
Origen: ¿Qué negociaron por atrás los senadores? | El Economista