Por Esteban Ticona Alejo

Peligrosamente se está construyendo una sola forma de combatir al COVID- 19, mediante la vacunación, es decir, a través de la medicina occidental. Pese a que hoy existen varias vacunas contra el COVID-19, no son efectivas al 100%. ¿Para qué vacunarse, además de esperar dos inmunizaciones, incluidos el tiempo y las filas, si no hay garantía de no contagiarse? La gente acude cada vez menos a los centros de prevención. Posiblemente inmunizarse sea un alivio psicológico y una esperanza para las personas con enfermedades de base para no infectarse; pero no todos estamos con enfermedades de base, ya que nos cuidamos y estamos bien. Además, es nuestro derecho decidir qué hacemos con nuestros cuerpos, pese a la propaganda de que la única solución es mediante la vacunación.

Hoy se habla muy poco de las otras medicinas, una en particular, la medicina ancestral que ayudó y seguirá haciéndolo en nuestro país en momentos muy álgidos en el combate contra el COVID-19, pero hoy apenas se la menciona y menos se implementa su uso eficaz. Lamentablemente, en esta tercera ola, el Viceministerio de Medicina Tradicional no ha entrado en la lucha contra el COVID-19 con el conocimiento ancestral de nuestros pueblos. El uso adecuado de la medicina indígena y popular no se publicita de manera clara. El viceministerio tiene la obligación de reencauzar los errores y presentar una política precisa de emergencia efectiva y económica.

La medicina occidental ha fracasado y la muestra de ello es que no existe una sola vacuna que combata al 100% el COVID-19. A pesar de ese fiasco, hoy compramos vacunas a los países fabricantes que nos venden con muchas mezquindades. ¿Para qué comprar más vacunas si no es efectiva al 100%? Lo más correcto sería comprar solo para las personas que la necesitan y tengan enfermedades de base. En este tiempo se ha ratificado que la medicina occidental es mera erogación de dinero y más dinero, y pensada para muy pocos.

¿Qué se hace con las personas sanas o que no quieran vacunarse? Es preciso que el Gobierno inicie una gran campaña sobre cómo alimentarnos mejor y a partir de nuestros productos tradicionales del país, porque así coadyuvaríamos mejor a combatir el COVID-19, porque potenciaríamos más nuestro sistema inmunológico, que según los pocos y verdaderos científicos “es la mejor vacuna natural”. Es lamentable que aún tengamos programas en televisión dando recetas de comidas “chatarras”, en tiempos de emergencia contra la salud pública nacional. Aquí la televisión boliviana tiene la obligación de apostar por programas sobre alimentos sanos y nutritivos, que es otra forma de combatir al COVID-19.

Vemos el arribo de vacunas vía aérea y se habla mucho de cuánto dinero dispone el Gobierno central, las gobernaciones y los municipios para luchar con el COVID-19, pero no se dice nada sobre cómo fomentamos el uso de la medicina tradicional, los alimentos sanos y nutritivos de manera más organizada e incluso rigurosa. Menos se expresa sobre cómo se apoyará a los productores del cultivo de las plantas medicinales y los alimentos naturales. Sabemos que hay que promover más plantas medicinales, más producción orgánica, pero ¿qué plantas más se precisan, qué alimentos orgánicos? Los distintos niveles de los gobiernos tienen que llevar la iniciativa de planificar sobre la marcha, incluido las áreas urbanas, lo que ante la falta de empleo puede ser un área muy interesante para paliar los bajos ingresos.

Se ha denunciado en algún momento el peligro de la desforestación en ciertas regiones por la extracción indiscriminada de la medicina tradicional. ¿Cómo enfrentamos este problema?

“Wakunasim,Wakunasim…”, sakixay uruy arumasa parlchistuxa. Jiwasanakan qullanakasaxa janiw yäqatakiti. Suma manq’añasaw, jiwas juyranakasa, ukham lurañanixa wali k’umarakipuniskañaniwa.

Esteban Ticona Alejo es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo.