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El acuerdo sobre patentes en la OMC es un fracaso global

Claudia Marcela Vargas Peláez

Terminó la 12da conferencia ministerial de la OMC con el anuncio de la liberación de patentes para la producción de vacunas para esta pandemia que se niega a terminar y para las próximas que, según parece, inexorablemente vendrán. Se ha querido mostrar este resultado como un éxito. Nada más alejado de la verdad.

Claro, eso siempre dependerá del punto de vista. Para los Estados Unidos y la Unión Europea, que tuvieron que defender a capa y espada el modelo de innovación basado en propiedad intelectual y alta rentabilidad que consolida su preponderancia económica, el resultado es perfecto. Para la gran industria farmacéutica, la que se adueñó del mercado de las vacunas (antes, un mercado preponderantemente público y sin fines de lucro) no habría podido ser mejor. La industria no interviene en las deliberaciones de la OMC, pero ciertamente tiene muchas maneras de lograr (como quedó demostrado una vez más) que los gobiernos de los países ricos se alineen con sus intereses.

Para la directora de la OMC también es una buena noticia. La OMC venía en una profunda crisis que llevó a su antiguo director a renunciar, por la incapacidad de la organización de llegar a acuerdos entre los intereses comerciales de los países más ricos y los no tan ricos en temas como subsidios agrícolas, transferencia de tecnología, aranceles y, ciertamente, propiedad intelectual. La amenaza para la maltrecha OMC era que no se consiguieran acuerdos, en el marco de una pandemia, con lo que la OMC hubiera quedado herida de muerte. Había que llegar a acuerdos a cualquier costo, así estuvieran vacíos de contenido, fueran inútiles o incluso inconvenientes. Y aunque un mal acuerdo, hubo acuerdo.

Lástima los países en desarrollo. Los pobres y los no tan pobres. Se esperaba que ante una emergencia sanitaria global, ante la tragedia de las muertes por covid, el mundo optara por buscar soluciones solidarias, menos egoístas, menos utilitarias.

El secretario general de la ONU, al inicio de la pandemia, hizo un llamado para que la humanidad entera se uniera para buscar una vacuna o un tratamiento como un bien público. Que todos compartiéramos conocimientos, capacidades tecnológicas, recursos humanos y financieros, para desarrollar entre todos y para todos (sin dejar a nadie atrás) una vacuna que fuera el triunfo de la humanidad sobre el virus. Fue el primero en afirmar que nadie estará a salvo hasta que todos estemos a salvo.

Eso no pasó. La deuda moral de los líderes globales, especialmente para con los jóvenes del mundo, no tiene precio. Un fracaso moral de la humanidad. Así lo calificó el secretario general de la ONU, la directora de ONU sida (que además recalcó que esto ya nos había pasado con el VIH) y el director de la OMS.

Y es que, en propiedad intelectual, India y África del Sur propusieron hace como 20 meses que durante esta y otras pandemias se pudieran suspender los derechos de propiedad intelectual sobre vacunas, medicamentos, dispositivos y test de diagnóstico para enfrentarla de manera conjunta. Para que los países en desarrollo no se quedaran atrás. Para que los países pobres, con bajas tasas de vacunación, no se convirtieran en el reservorio y el caldo de cultivo de nuevas cepas que nos podrían afectar a todos.

¡20 meses! ¡Más de diez millones de muertes debidamente contabilizadas! Pero pesaron más los intereses de ciertas corporaciones farmacéuticas y de los gobiernos que se mueven según sus dictados.

Lo que se aprobó no tiene nada que ver con lo que se quería y con lo que se propuso. Se podrán conceder licencias obligatorias solamente sobre vacunas. ¡Qué gran avance! ¡Licencias obligatorias se podían conceder desde 1995! Eso sí, con restricciones que antes no existían sobre medidas para evitar la exportación a países en los cuales tales licencias no hubieran sido aprobadas. Ni una palabra sobre los medicamentos, los dispositivos médicos, los test de diagnóstico.

Mala cosa. El resultado es peor que lo que ya teníamos. Mientras a Pfizer y a los Estados Unidos les vaya bien, que la humanidad espere. Y hemos de decir que la postura de Colombia fue la de apoyar lo que dijeran los Estados Unidos. Al final compramos caras muchas vacunas de Pfizer y de Moderna.

Lástima el multilateralismo; lástima la OMC; lástima esta comunidad internacional que no logra enderezar el camino neoliberal que sacrifica pueblos y naciones en pos de la rentabilidad de pocos.

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