Doha ha muerto y surge la Ronda Trump
La escalada arancelaria de Trump, en rigor, es el inicio de una nueva Ronda Comercial. Sí, aunque parezca extraño. Hemos conocido seis rondas comerciales, cinco de ellas en el seno del GATT (Ginebra, Dillon, Kennedy, Tokio y Uruguay) y una con la OMC (Doha). La Ronda Doha, iniciada en 2001, está congelada desde 2015 y no tiene posibilidad de reinicio.
Surge entonces la “Ronda Trump”. Esta Ronda se diferencia nítidamente de las demás. En efecto, se realiza al margen de la OMC, violando los principios claves del multilateralismo (Trato Nacional y Nación Más favorecida) y sin reglas consensuadas. No incluye intercambio de ofertas entre el conjunto de los miembros de la OMC sino una larga fila de países que peregrinan a Washington para entablar negociaciones estrictamente bilaterales con Estados Unidos (EE.UU.). En ellas, EE.UU. desconoce los TLCs que ha firmado y se sienta a la mesa con la presión de un arancel universal de 10% por 90 días y la amenaza de aranceles mayores desde julio, si no se aceptan sus condiciones.
El acuerdo con el Reino Unido (R.U.) dejó claro que el 10% universal de aranceles no se negocia y que las pretendidas negociaciones no concluyen en textos escritos ni legalmente vinculantes. EE.UU. puede modificar lo acordado en cualquier momento y por las razones que se le ocurran.
Se negocian aranceles sobre bienes, barreras no arancelarias y el trato que se otorga a China. Esto es insólito, ya que por primera vez en acuerdos comerciales bilaterales se imponen condiciones expresas destinadas a afectar a terceros países. Los servicios no entran en la agenda de negociaciones, ya que EE.UU. es superavitario en servicios con casi todo el mundo y sólo le interesa negociar en rubros donde enfrenta déficits.
Lo más grave es que el principal argumento que promueve EE.UU. es vago y genérico: seguridad. Eso le permite usar los aranceles para frenar el consumo de fentanilo, combatir las migraciones, reducir el déficit comercial, sustituir impuestos por aranceles, presionar a empresas tecnológicas y automotrices a que produzcan en EE.UU. y con insumos norteamericanos y un largo etcétera.
El “acuerdo” con R.U. es gráfico al respecto. Las discrepancias parten en el título: para Trump es “un gran acuerdo comercial…un acuerdo al límite”. R.U. no habla de acuerdo comercial sino de “un acuerdo para la prosperidad económica”. No hubo comunicado conjunto ni texto escrito que presente el acuerdo. Cada parte presentó su versión. Queda claro en ambos comunicados que el acuerdo no es legalmente vinculante.
El acuerdo viola la regla NMF de la OMC; aborda un número bien limitado de bienes, sin desgravación plena sino ofreciendo cuotas con arancel más bajo. R.U. no varía el monto global de sus cuotas, lo que significa que reasigna parte de ellas a EE.UU., afectando a terceras partes. El arancel del 10% sigue en pie. Por el lado británico, siguen en pie el impuesto digital y los estándares alimentarios (prohibición de importación de pollos cloreados o carne con hormonas).
No hay mejorías respecto a 2024 sino sólo respecto del desvarío del 2 de abril, “The Liberation Day”. En ese marco limitado de bienes subsisten serias discrepancias en los comunicados de las partes en torno a acero, carne de res, etanol, compras públicas y sobre el programa de trabajo futuro. En acero y aluminio, mientras el comunicado R.U. menciona que aranceles caerán a cero desde el actual 25%, en el de EE.UU. se lee que R.U. “trabajaría” en requisitos de seguridad y si EE.UU. queda conforme con ello, le ofrecería a R.U. una cuota no especificada sin arancel; en carne, R.U. dice que obtendrá una cuota recíproca de 13 mil toneladas métricas, en el de EE.UU. nada se dice al respecto; en etanol, R.U indica haber obtenido una cuota sin arancel para 1,4 mil millones de toneladas métricas y esto no aparece en el de EE.UU.; Washington proclama haber obtenido un mayor espacio en las compras públicas del R.U., lo que no aparece en el comunicado de R.U; El Reino Unido indica que continuará el trabajo en farmacéuticos y aranceles recíprocos, lo que no es recogido en el comunicado norteamericano donde sí se subraya que se profundizará el acceso de productos norteamericanos agrícolas e industriales al mercado del R.U. “creando oportunidades por US$ 5 mil millones para agricultores, rancheros y manufactureros norteamericanos”.
En el acuerdo, EE.UU. reduce el arancel a los automóviles del R.U. del 27,5% al 10% pero sólo para una cuota de 100 mil vehículos, en circunstancias que en 2024 sólo Land Rover vendió 95.000 vehículos en EE.UU. Habrá que ver cómo se distribuye esa cuota entre esta empresa y los mini BMW, Rolls Royce; Mc Laren y Aston Martin. En farmacéuticos, habrá negociación “después de chequear los temas de seguridad”.
Las desgravaciones arancelarias que ofreció EE.UU. están sujetas a la Sección 232 (importaciones que afecten la seguridad de EE.UU.): esto significa que R.U. debe “cuidar la seguridad en la cadena de suministro”. Esto, en castellano antiguo, significa que las exportaciones británicas no pueden incorporar insumos provenientes de China. Esto es particularmente relevante en las industrias siderúrgicas y farmacéuticas. China ya advirtió al Reino Unido que no permitirá que esto se concrete.
Para una economía pequeña y abierta como la nuestra, el principal desafío es preservar el multilateralismo. Por cierto, hay que cuidar el acceso al mercado norteamericano y en eso, el gobierno está actuando bien y con oportunidad. Con todo, EE.UU. explica sólo el 17% del comercio mundial. El 83% restante debiera organizarse para que las reglas del comercio sigan operando, al menos entre ese 83%. Acercamientos estratégicos de la UE al CPTPP y al RCEP aparecen como urgentes. Chile es parte del CPTPP y tiene un importante Acuerdo de Asociación con la U.E. Debiéramos ser parte de estos acercamientos, promoviéndolos de modo activo. Al respecto, avanzar en integración y cooperación regional nunca había sido más necesario.
Origen: Doha ha muerto y surge la Ronda Trump – Universidad de Chile