por David Morgan
La propuesta del Gobierno estadounidense de imponer aranceles sobre las importaciones de productos farmacéuticos ha desencadenado un complejo debate en el que se entremezclan cuestiones económicas, sanitarias y geopolíticas. Aunque la iniciativa tiene como objetivo reforzar la fabricación nacional y reducir la dependencia de las cadenas de suministro extranjeras, también suscita preocupación por la asequibilidad y la disponibilidad de los medicamentos, además de generar repercusiones más amplias en el sistema sanitario.
Gran parte de la fabricación mundial de productos farmacéuticos tiene lugar en jurisdicciones con impuestos y/o costes reducidos, lo que significa que Estados Unidos importa gran parte de su suministro, que equivale a más de 200.000 millones de dólares en 2024. Así pues, ¿qué pueden suponer los aranceles para el sector y los consumidores? ¿Y qué implicaciones tiene para los inversores?
El impacto de un arancel fijo sobre las importaciones
Aumento del precio de los medicamentos – El coste de los aranceles tendría que asumirlo el cliente o el fabricante. Aunque el incremento de precios está limitado en determinados canales —por ejemplo, los aumentos de precios de Medicare se limitan a la tasa de inflación—, las compañías que buscan proteger su rentabilidad podrían intentar repercutir al consumidor la mayor parte posible de los aranceles.
Trastorno en la cadena de suministro de medicamentos genéricos – Los medicamentos genéricos, aquellos cuyas patentes han expirado, representan alrededor del 90% de las recetas dispensadas. Estos medicamentos se fabrican y venden con márgenes muy ajustados. A menos que el coste de los aranceles se repercuta directamente al consumidor, existiría un alto riesgo de que se produjeran salidas del mercado y escasez de medicamentos.
Respuesta del sector farmacéutico
A corto plazo, podría darse que los fabricantes de productos farmacéuticos intentasen importar tantos productos como fuese posible antes de que se apliquen los aranceles (gráfico 1), lo que retrasaría el impacto, posiblemente hasta finales de año, cuando pudieran volver a negociar precios más altos para 2026.
En teoría, las empresas farmacéuticas disponen de cierta flexibilidad para ajustar la cantidad de beneficios que declaran en Estados Unidos a la hora de vender medicamentos importados, por medio de los precios de transferencia. Sin embargo, existen límites rigurosos en la legislación fiscal estadounidense e internacional que restringen esta posibilidad. Declarar mayores ganancias en EE. UU. supondría pagar más impuestos. Sin embargo, podría ser rentable bajo un prisma económico, en función de la tasa arancelaria.
Para evitar completamente esta situación, se tendrían que construir las infraestructuras necesarias para que los medicamentos destinados a EE. UU. se produjeran en el propio país, algo que solo podría llevarse a cabo en el largo plazo, lo que rebasaría sin duda el mandato de la actual Administración. Queda por ver en qué medida se materializará todo esto, aunque el sector ha sido muy explícito sobre el volumen de dólares que prevé invertir en EE. UU. en los próximos años.
El quid de la cuestión
En realidad, el principal desequilibrio del sector no es el lugar donde se fabrican los medicamentos, sino cuánto pagan los consumidores por ellos. En el caso de los medicamentos de marca, el precio de venta en EE. UU. suele ser varias veces superior al que se paga en otros países. Resulta irónico que el uso de aranceles para intentar corregir el desequilibrio comercial podría servir solo para que los precios repunten de cara a los consumidores estadounidenses.
Reducir los precios y rebajar esta diferencia sería una verdadera victoria política. Los fabricantes de medicamentos de marca se apresuran a señalar que solo reciben alrededor del 50% del precio de venta en ingresos; el resto lo absorbe el sistema, de ahí el interés por centrarse en los «intermediarios» del sector. Otra solución sería que el resto del mundo pagara más, aunque supondría una cuestión políticamente difícil y delicada. La reciente orden ejecutiva del presidente Trump sobre los precios de «nación más favorecida» parece orientar el debate en esta línea, si bien aún no está claro cómo se aplicará.
Conclusión
Independientemente del diseño definitivo de los planes arancelarios, se trata de una cuestión con múltiples vertientes que exhibirá importantes repercusiones para la economía, el sistema sanitario y las relaciones comerciales internacionales. Aunque el objetivo de mejorar la producción nacional y reducir la dependencia del extranjero es loable, deben considerarse con cautela los posibles efectos adversos sobre la asequibilidad y disponibilidad de los medicamentos, así como sobre la infraestructura sanitaria en general.
La colaboración entre los responsables políticos, las partes interesadas del sector y los socios internacionales cobrará vital relevancia a la hora de sortear este complejo panorama y garantizar que los beneficios previstos no se obtengan a expensas de la atención al paciente y la cooperación mundial.
Como inversores, el panorama cambiante y el creciente riesgo de noticias negativas pueden llevar a un camino lleno de obstáculos. Centrarse en las compañías farmacéuticas con las mejores carteras de productos y oportunidades de desarrollo seguirá siendo el mejor punto de partida para acertar en la selección de valores ganadores, con independencia del contexto político.
Artículo escrito por David Morgan, director de Análisis de Crédito Investment Grade en Columbia Threadneedle Investments