Las últimas estadísticas industriales deberían servir como otra señal de alarma.
También apunta contra la cohesión del Mercosur, que con todas sus falencias y limitaciones es una asociación estratégica que debe ser preservada y fortalecida.
El anuncio representa más que un “Sí al ALCA”. Desde lo formal, fue el gobierno de Estados Unidos el que comunicó el acuerdo; no hubo un acto conjunto, y la mención desde Cancillería argentina tardó en llegar. Los propios medios locales usaron expresiones del estilo: “según confirmó la Casa Blanca…”.
En términos generales, el texto que se dio a conocer es un compendio de todo lo que Argentina se compromete a hacer para que Estados Unidos refuerce su poder hegemónico y las empresas norteamericanas hagan buenos negocios. No se observan, sin embargo, beneficios para nuestro país. Creo que ésta sería una buena síntesis para describir lo que se está gestando.
La comunicación del Departamento de Estado, en su primer punto, trata sobre los aranceles. Allí se señala que “Argentina brindará acceso preferencial al mercado para exportaciones estadounidenses, incluyendo ciertos medicamentos, productos químicos, maquinaria, productos de tecnologías de la información, dispositivos médicos, vehículos automotores y una amplia gama de productos agrícolas”, además de la carne y la producción láctea. En la enumeración de lo que Estados Unidos nos venderá no falta casi nada, con la excepción de aquellos insumos y productos estratégicos que pueden servir, por ejemplo, para la defensa o para el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
En un pasaje se indica que EE. UU. “eliminará los aranceles recíprocos sobre ciertos recursos naturales no disponibles y productos no patentados para aplicaciones farmacéuticas”, es decir que nuestra contraparte no arriesga nada; las concesiones, vuelvo a repetir, son todas de la Argentina.
No hay que perder de vista que los denominados aranceles recíprocos son los que Estados Unidos estableció en abril, lo cual refuerza la idea de que dicho país no resigna nada.
El ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, afirmó con relación al tratado: “como aliado estratégico, recibimos un tratamiento preferencial casi del nivel de la relación especial que tienen Estados Unidos y el Reino Unido”, una afirmación que no parece reflejarse en los hechos. En la página del Departamento de Estado se pudo observar el mismo jueves 13 una seguidilla de acuerdos similares con otros países de la región (Ecuador, El Salvador y Guatemala). Todos con la misma esencia de lo anunciado para la Argentina, aunque en nuestro caso es más abarcativo, ya que incluye los temas relacionados con las inversiones.
Lejos de que Argentina sea especial para los Estados Unidos, estamos frente al despliegue de una estrategia de control del “patio trasero”. La misma se encuentra formulada de antemano y está lista para ser implementada en la medida en que las condiciones y las correlaciones de fuerza al interior de los países lo permitan.
Al respecto, Scott Bessent, secretario del Tesoro norteamericano, afirmó en una entrevista: “estamos recuperando América Latina a través de nuestro liderazgo económico, no habrá balas. Chile tiene una elección próxima, Bolivia acaba de tener una elección, por primera vez en 20 años han ido a la centroderecha, han abrazado a los Estados Unidos, Paraguay, Ecuador, así que todo el hemisferio viene hacia nosotros”. La literalidad de la frase exime de cualquier denuncia o interpretación.
Un punto del comunicado del Departamento de Estado menciona que ambos países acordaron trabajar para estabilizar el comercio global de soja: ¿significará que habrá que pedir permiso para modificar las retenciones, o la autorización para vender a terceros países a precios más competitivos? ¿Será que las definiciones respecto del principal producto de exportación argentino y de la política agropecuaria en general van a quedar en manos del Departamento de Agricultura de EE. UU.?
En materia de legislación, “Argentina permitirá el ingreso de productos estadounidenses que cumplan con normas aplicables de Estados Unidos o internacionales, reglamentos técnicos estadounidenses o procedimientos de evaluación de conformidad de Estados Unidos o internacionales (…) y aceptará la importación de vehículos fabricados en Estados Unidos que cumplan con las normas federales estadounidenses de seguridad vehicular y emisiones, así como certificados de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y autorizaciones previas de comercialización para dispositivos médicos y productos farmacéuticos”. Pareciera que el discurso desregulador del gobierno argentino permite la avanzada de la legalidad que establece el gobierno norteamericano.
El doble discurso respecto del rol del Estado se dio en la semana alrededor del tipo de cambio, ya que el ministro Luis Caputo acaba de señalar que en Argentina no podemos “flotar libremente”. Respecto de los temas del comercio internacional se podría decir lo mismo. Si nuestro país elimina todas las barreras de protección va a destruir la industria nacional y hasta dañar la producción agrícola, donde somos competidores con Estados Unidos. Las normas son para proteger a los débiles, si se aplican las regulaciones impuestas por los más poderosos, las brechas sólo se amplían.
A su vez, según figura en el acuerdo, Argentina se “ha comprometido a facilitar el comercio digital con Estados Unidos mediante el reconocimiento de Estados Unidos como jurisdicción adecuada bajo la ley argentina para la transferencia transfronteriza de datos, incluyendo datos personales, y a no discriminar servicios digitales o productos digitales estadounidenses”. Es decir, no se puede regular nada de lo que provenga de Estados Unidos en materia digital, además de que quedan expuestos datos sensibles de los argentinos y las argentinas. Los alcances de lo acordado son múltiples.
Las últimas estadísticas industriales deberían servir como otra señal de alarma sobre la producción y el empleo a futuro. El Índice de Producción Industrial Manufacturero muestra que en la comparación enero-septiembre de 2025 contra el mismo periodo de 2023, se está 9,5% por debajo. Entre agosto de 2023 y la actualidad se perdieron 42.400 puestos de trabajo registrado en dicho sector, un tercio de los perdidos en el total de la economía. En cuanto a los salarios, medidos en el mismo lapso, los correspondientes al sector privado registrado cayeron un 2,6% en términos reales, y los del sector público mermaron un 19%.
En este marco, con un acuerdo como el que se anuncia, la situación no hará más que agravarse, así como la hipoteca que deberán afrontar tanto las actuales como las próximas generaciones.
Origen: Todas concesiones de Argentina

