Pfizer + Allergan = “nauseabundo”
“Nauseabundo”. Así fue como calificó Donald Trump el acuerdo de fusión de las farmacéuticas Pfizer y Allergan, por un gigantesco monto de Dlls. $ 155 mil millones. Donald Trump dijo que los empleos que se perderán por la decisión de Pfizer deberían avergonzar a los políticos estadounidenses.
Curiosamente, en este terreno de juicios flamígeros contra las farmacéuticas el republicano no estuvo solo. También Hillary Clinton, demócrata, descalificó la noticia diciendo que este tipo de corporaciones aprovecha los vacíos legales para pagar menos impuestos cuando se fusionan.
Es muy grave que figuras públicas como Trump o Clinton descalifiquen este tipo de acciones. Estos juicios están creciendo en el mundo. El Secretario General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) también se ha manifestado insistentemente al respecto. A principios del mes pasado Ángel Gurría presentó el proyecto BEPS (Base Erosion and Profits-Shifting), ganando el aplauso de muchos países que año con año observan cómo las empresas utilizan estrategias para reducir su carga impositiva.
Todo esto es paradójico. Durante las últimas décadas los políticos se dedicaron a conminar a las empresas a convertirse en entidades globales, y les proveyeron de mecanismos para lograrlo: acuerdos de libre comercio; servicios financieros conectados… El premio para los políticos era que los negocios jugosos que sus empresas perseguirían en el exterior serían una medalla al modelo económico impulsado desde el poder. No obstante, llegado el tiempo de maduración y ahora que tenemos corporaciones globales inteligentes, los políticos se quejan de que esa inteligencia se use para contribuir fiscalmente menos. La paradoja solo puede crecer.
Me imagino a la gente de Pfizer y Allergan: lograron un acuerdo para mudar la incorporación legal de su empresa a Dublín, en Irlanda, con lo que se reducirá su tasa impositiva de 25 por ciento a 17 o 18 por ciento.
Eso les hará más rentables e instantáneamente más atractivos para el inversionista. ¿Qué tiene de malo eso, en un mundo globalizado? ¿No se supone que para eso hay jurisdicciones impositivas de diferente orden de parte de cada estado nacional, y que en ello hay ventajas para atraer inversiones? ¡Esa es la naturaleza de los incentivos fiscales!
El “nauseabundo” acuerdo de Pfizer con Allergan tendrá como efecto colateral algo más que el empaquetamiento de productos como Botox o Viagra: da inicio de facto a la discusión más profunda sobre la homologación planetaria de la política fiscal. Algo para lo que los políticos más avezados ya están preparados, mientras que las corporaciones no tienen ningún vocero público global que las defienda.