En las costas de Venezuela los peces son utilizados como medicamentos
El hígado y la grasa visceral son las partes del animal “que principalmente se emplean para extraer productos”, subraya el investigador de la UDO, quien se define a sí mismo como “un pescador que estudió”. El mar es, también, una farmacia

Una infusión de cola de caballo para los riñones, mapurite para darles un puñetazo a las células cancerosas, piña para reducir la inflamación. Todo el mundo tiene su receta, con basamento científico o no, para mejorar la salud. Si quienes viven en el campo o en las ciudades recurren a las plantas, por ser su “supermercado” natural, parece lógico que quienes residen cerca del mar obtengan de ese ecosistema lo que necesitan para curarse.
Ángel Rafael Fariña, docente e investigador del Departamento de Biología de la Escuela de Ciencias, en el núcleo de Sucre de la Universidad de Oriente (UDO), presentó hace pocos días, en el Congreso de Oceanología celebrado en Cumaná, los alcances de su investigación sobre los usos medicinales de peces en el pueblo de Mochima. Sus trabajos muestran que la población que reside en la costa del estado Sucre efectivamente emplea el mar, no solo como fuente de alimentos, sino como una farmacia.
“Hasta el momento, solo para las localidades en las cuales hemos trabajado en el estado Sucre, llevamos registradas más de 40 especies con propiedades medicinales, entre las cuales las más nombradas son varios tipos de rayas y el chucho, tiburones, el cazón y el caballito de mar”, detalla Fariña en entrevista electrónica con el Correo del Orinoco.
La utilización varía. “Los usos de estos peces son muy amplios y abarcan: anticancerígenos, antiasmáticos, afrodisíacos, antirreumáticos, antisépticos, antitetánicos, antiinflamatorios, analgésicos, antipiréticos, antigripales, energizantes”, enumera. Pero también “como vitaminas, diuréticos, para fortalecer los riñones, para eliminar cálculos renales, específicamente para el cáncer de piel, para fortalecer el corazón, para subir la hemoglobina, para subir las defensas, como depurativo, para tratar y prevenir la prostatitis”. Incluso, contra la diabetes.
—¿Cuáles son las partes de los peces usadas para curar? ¿Por qué?
—El hígado y la grasa visceral son las que principalmente se emplean para extraer productos, aunque también se usan mucho unos huesitos de la cabeza que le sirven al pez para oír y orientarse llamados otolitos. También las aletas (más que todo en tiburones) e incluso el cuerpo entero. El hígado es un órgano de vital importancia en los vertebrados, con distintas funciones que incluyen la depuración de la sangre frente a agentes tóxicos y almacenamiento de vitaminas y glucógeno, por lo que es de esperar que acumule compuestos activos de importancia. Igualmente pasa con la grasa visceral, utilizada como reserva energética de fundamental importancia.
UN OCÉANO POR DESCUBRIR
—¿Qué tanto conocemos la fauna venezolana de peces marinos? En su opinión, ¿qué nos falta por conocer? ¿Qué habría que hacer para conocerla mejor?
—En Venezuela se ha trabajado bastante en el conocimiento de los peces marinos, siendo referencia obligada los libros del doctor Fernando Cervigón, padre de la ictiología en el país (rama de la biología que estudia los peces). Actualmente hay grupos de investigación en diferentes universidades y centros de estudio, por lo que se cuenta con información respecto a relaciones sistemáticas y evolutivas, ecología, fisiología, cultivos acuáticos, etapas del desarrollo, genética y etnoictiología, que es la ciencia que estudia las relaciones de los grupos humanos con los peces.
No obstante, enfatiza, “por ser Venezuela un país megadiverso, queda aún mucho por hacer”. En zonas como la Península de Paria, la Plataforma Atlántica y la región insular oceánica, solo por mencionar tres casos, “la información que se tiene es muy vaga”.
Fariña explica que la fauna criptobentónica, “esos pequeños peces que siempre viven escondidos en huequitos confundiéndose con el entorno y los peces de profundidad, también representan un campo poco evaluado a pesar de ciertos esfuerzos recientes”. El investigador señala que en el campo de la etnoictiología marina “recién es que estamos avanzando desde el oriente del país, particularmente en el estado Sucre, con aportes puntuales en otras zonas como Los Roques”.
Tal como lo subraya, “el empleo de herramientas moleculares para la identificación de peces adultos y de sus larvas, es un campo por consolidar, utilizando tecnología de punta”. Aun cuando la UDO e investigadores de otras zonas del país han hecho algunas cosas “queda muchísimo por realizar”, resalta.
—¿Los peces son también “medicinales”? ¿Qué los hace medicinales? ¿Cómo sabe la población que son medicinales?
—Efectivamente, aunque no en tanta medida como las plantas. Diversas especies de peces son empleadas por comunidades costeras para curar dolencias variadas. Este es un campo poco desarrollado que parte por identificar, en primera instancia, las especies objetivo que puedan ser analizadas más en detalle por la bioquímica aplicada y la farmacología. Muchos metabolitos secundarios generados por procesos naturales de los peces pueden acumularse en ciertos órganos y ser aprovechados por la medicina popular.
Lo que recoge Fariña es que el proceso de aprendizaje de la población sobre los peces es de tiempos inmemoriales; incluso, agrega, se conocen usos “que datan de la antigua Roma”. El conocimiento “va pasando de generación en generación vía oral y de allí radica su fragilidad; con el auge de la medicina moderna, procesos de transculturación, nuevas formas de vida y fuentes de trabajo, así como la migración a zonas urbanas, este saber cultural corre el riesgo de perderse. En este sentido, cobran fuerza las investigaciones que dejen un registro escrito para su preservación y que difundan ese conocimiento, retornando también los saberes a su fuente original”.
LO QUE MANDA LA TRADICIÓN
—¿Hay tradición en Venezuela, en las zonas costeras o de río, del uso de peces medicinales por parte de la población? ¿Dónde? ¿Qué peces? ¿Para qué?
—En Venezuela y en todo el mundo las poblaciones humanas que habitan áreas no urbanas, especialmente las de zonas aisladas o semiaisladas, usan la biota que las rodea para tratar sus afecciones más comunes. Hay que entender que muchas de estas personas se encuentran a horas de navegación o de camino para poder acceder a centros de atención médica, por lo que su subsistencia depende de animales, plantas, algas y hongos, a su alrededor.
En ese contexto “nuestros pescadores en ocasiones realizan campañas en espacios con estas características, por ejemplo en la zona insular oceánica, por lo que para sanar cualquier herida o tratar una afección respiratoria a menudo recurren a medicamentos que provienen de los propios peces”.
El profesor enfatiza que, “a pesar de que los estudios en el país se restringen al estado Sucre y a algunas comunidades indígenas en aguas continentales, nuestra experiencia en la costa venezolana evidencia uso medicinal de peces a lo largo de toda su extensión”.
—¿Por qué decidió investigar el uso de peces medicinales en el estado Sucre? ¿Cuándo y cómo comenzó la investigación?
—Yo me considero un pescador que estudió. Estoy haciendo buceo con snorkel desde los 4 años y pescando desde los 6, de manera tal que toda mi vida he tenido contacto con estos saberes. En mis inicios como biólogo estuve investigando sobre etnobotánica, por lo que ya ese campo llamaba mi atención. En 2008, buscando información bibliográfica encontré un artículo de unos brasileros sobre etnoictiología (en este país esta disciplina está bien consolidada), y comencé a estudiarla.
En el año 2010 “se consolidó un esfuerzo con la ayuda de la Agencia Española de Cooperación Internacional que se tradujo en el primer reporte de usos medicinales de peces marinos en Venezuela, efectuado en la Península de Paria y publicado en la revista venezolana Interciencia”, relata. Fariña decidió continuar el trabajo con la etnoictiología del estado Sucre, que abarca no solo los usos medicinales sino la fabricación de herramientas y utensilios, actividades mágico-religiosas, adornos para el hogar, veneno para alimañas y el conocimiento que tienen los pescadores sobre especies de interés local, “al igual que cómo las nombran y clasifican de acuerdo con sus propios criterios”. Está por terminar un proyecto, en esta dirección, financiado por el Fonacit.
CUATRO ETAPAS
El trabajo de Fariña se llevó a cabo en cuatro etapas: la primera de todas, la captura de los organismos “para tener una representación parcial de los peces de la zona, lo cual se hace con pescadores locales y con artes de pesca por ellos utilizados, o mediante censos visuales cuando se desea información de peces de arrecifes”. Todo esto incluye la presentación del trabajo a las y los pobladores, al igual que la participación en sus actividades diarias.
La segunda se centró en la aplicación .-en personas mayores de 10 años- de cuestionarios semiestructurados sobre elementos socioeconómicos, aspectos de pesquerías y usos de los peces. Los más conocedores, quienes tienen más experiencia fueron entrevistados -en la tercera etapa- para tener datos sobre las características bioecológicas de las especies objetivo (época en que se reproducen, alimentación, comportamiento, hábitat), cómo los nombran y cómo los clasifican. “Estos registros se retroalimentan con información científica”, precisa.
Por último, y no menos importante, se garantiza “el retorno de los saberes”: los científicos vuelven a la comunidad a difundir lo que cada uno de sus integrantes informó en los cuestionarios y las entrevistas. “Se refuerza la importancia de estos saberes tanto en el ámbito cultural y social como en el económico y en el ecológico. Aquí se hace énfasis en el valor de su propia cultura, en la necesidad de preservarla y en lo vital de mantener una relación responsable con su entorno”, describe.
Igualmente en esta etapa “se hacen llegar los resultados a la comunidad científica y a los entes gubernamentales pertinentes ya que, además de la etnoictiología, se reconocen problemas socioeconómicos locales que son planteados”. El proyecto del Fonacit, según Fariña, “se encuentra en este retorno de saberes, el cual hemos extendido deliberadamente por su relevancia”.
ATRIBUTOS
“Más de 40 especies son empleadas en la medicina tradicional por pobladores del estado Sucre, para una variedad de afecciones”, concluye el investigador.
Pero hay más: “Algunos informantes aluden a grupos de peces con atributos, como por ejemplo los pargos, que abarcan unas 8 especies en el Parque Nacional Mochima”. La grasa visceral de estos animales “se coloca al sol en un envase de vidrio trasparente para que destile aceite y este es aplicado de manera tópica sobre las heridas como antiséptico, antitetánico y cicatrizante”, asevera Fariña. Así lo ha visto, así lo ha escuchado, así lo ha registrado.
Ampliar los estudios a otras zonas del país
—¿La investigación continúa? ¿Puede llevar al hallazgo de nuevos principios para fármacos, por ejemplo? ¿Cuáles son los próximos pasos que tiene previsto dar en la investigación?
—Nuestro objetivo primordial es consolidar en un libro la etnoictiología del estado Sucre, y luego ampliar los estudios a otras zonas del país. En estos momentos está en elaboración una tesis doctoral en trabajo conjunto entre la Universidad Nacional Experimental de Guayana, personal del IVIC y mi institución base, el Departamento de Biología de la Universidad de Oriente (UDO), con el objeto de ampliar las zonas de estudio a toda la región nororiental y parte de la Plataforma Atlántica, tratando de relacionar cómo las variaciones ambientales que se dan en estos espacios geográficos pueden influenciar los saberes populares sobre los peces.
Ángel Fariña adelanta, también, que con apoyo del Departamento de Química de la UDO comenzó un estudio “para probar la toxicidad del pedúnculo caudal del pez comúnmente llamado torito”. ¿Por qué? Porque este animalito “ha sido señalado como venenoso por pobladores del Parque Nacional Mochima, un elemento no registrado en la literatura científica”.
Todo lo que el investigador espera realizar “implica el acceso a zonas remotas o la utilización de tecnología costosa, por lo que resulta fundamental el apoyo económico ajustado a las nuevas realidades, o el soporte logístico”, manifiesta. Igualmente, las facilidades “en cuanto al otorgamiento de permisos”, por lo que exhorta a buscar “fórmulas que hagan más efectivo y eficiente el acceso al recurso genético para investigadores nacionales, así como el intercambio de material con laboratorios extranjeros, con los consecuentes permisos de exportación”.
T/ Vanessa Davies
F/ Cortesía Ángel Fariña
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