Opinión

Se avecinan cambios para el sector salud de China y Cuba

Tomada de nytimes.com | Un médico examina una radiografía de pulmón en Cárdenas, Cuba

Donald G. McNeil Jr. / New York Times.-

Dos países que son modelos de efectiva intervención de salud pública, China y Cuba, se han embarcado en fecha reciente en importantes cambios estratégicos, dejando a algunos expertos preguntándose si los ciudadanos terminarán mejor o peor.

En septiembre, Cuba y la administración Obama empezaron a acercarse más a la normalización de relaciones, lo cual pudiera exponer el protegido sistema médico de Cuba a nuevas presiones del mercado. En octubre, China renunció a su política de un solo hijo, bajo la cual la mayoría de las familias tenían prohibido tener más de un solo hijo.

Ambos países consagran el cuidado de salud como un derecho fundamental.

Cuba es una anomalía buen conocida: tan pobre que a duras penas puede alimentar a su pueblo, pero capaz de igualar o derrotar a Estados Unidos en dos importantes indicadores de salud: expectativa de vida y mortalidad infantil.

La nación tiene 30,000 médicos familiares y 500 clínicas locales, en tanto cada cubano ve al médico al menos una vez al año. El ex senador Bill Frist de Tennessee, médico de profesión, estuvo de visita el año pasado y elogió aspectos del sistema de atención primaria de Cuba, diciendo que “se remonta a los días de médicos familiares que hacían visitas a casas, armados solo con su profundo conocimiento del paciente y su estetoscopio”.

En la última década, Cuba ha enviado a miles de doctores a misiones de ayuda al extranjero. Han atendido a 3.5 millones de pacientes. Durante el brote de ébola del año pasado en África Occidental, un hospital construido por Estados Unidos era operado por cubanos.

China, de igual forma, ha logrado enorme progreso. A medida que la nación se convirtió en la fábrica del mundo, las megaciudades cuyo propósito era albergar a millones de trabajadores fueron construidas con agua y tubos del drenaje, ventanas con pantallas, aire acondicionado y hospitales cercanos; servicios ausentes en su mayoría en las comunidades agrícolas de donde venían los trabajadores.

El agua limpia reduce las muertes por cólera, disentería y una docena de otros patógenos intestinales. Detener a mosquitos y moscas reduce muertes y discapacidad a causa de malaria, fiebre amarilla, tracoma, leishmaniosis y más.

Cada vez que los epidemiólogos hablan de cuánto ha mejorado el mundo en los últimos 20 años –millones menos de niños muriendo, quedando atrofiados por dracunculiasis o viviendo sin agua corriente– por lo general tienen que agregar: “Por supuesto, la mayor parte de ese progreso fue en China”.

Investigadores chinos ahora publican trabajos con regularidad en importantes revistas médicas. En 2003, China acabó con su intenso brote de SRAS y, en 2009, mantuvo a raya en su mayoría la pandemia de fiebre porcina mientras científicos elaboraban una vacuna.

Sin embargo, intervenciones de salud pública en ambos países a menudo han tenido una ventaja coercitiva.

Cuando Mao decretó una campaña para borrar enfermedades relacionadas con gusanos en zonas rurales, las autoridades mezclaron fármacos para acabar con gusanos en sal. Llegaron equipos de salud a comunidades chinas con soldados y ordenaron a las familias que llevaran su sal a la plaza pública. Fue lavada con mangueras de bomberos y reemplazada.

Para acabar de tajo con su brote de síndrome respiratorio agudo y severo, China cerró cada escuela y la mayoría de los grandes sitios en Beijing. Para mantener a raya la fiebre porcina, escoltó a todos los visitantes extranjeros con fiebre fuera de aviones y hasta la cuarentena.

Cuba también se apoyó en severos métodos para suprimir su epidemia de SIDA… y con gran éxito.

Hasta 1993, los cubanos VIH positivos eran obligados a vivir en colonias de búngalos. Incluso actualmente, en revisiones anuales con carácter obligatorio, los pacientes enfrentan dificultades para evitar exámenes de detección de enfermedades de transmisión sexual, si el médico cree que los ameritan.

Los expertos apenas empiezan a debatir los efectos de cambiantes políticas con respecto a salud pública en estos dos países.

China tiene casi un quinto de la población mundial. La política de un solo hijo, en marcha desde 1980, ha evitado 400 millones de nacimientos, con base en estimados.

Además, redujo la mortalidad infantil. Un infante que recibe toda la atención de padres y abuelos tiene probabilidades mucho mayores de sobrevivir que uno de cinco hijos; para ser llevado al médico por neumonía, por ejemplo.

Incluso después de ponerle fin a la política de un solo hijo, es muy probable que China se aferre a sus progresos en salud pública, dijo el Dr. Christopher J.L. Murray, director del Instituto de Métrica y Evaluación de Salud en la Universidad de Washington.

La “rauda tasa de descenso” de China en mortalidad infantil resultó más de nueva riqueza de que bajas tasas de natalidad, notó Murray.

A lo largo de los últimos 25 años, con base en un estudio por parte del instituto y del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China, el producto interno bruto fue de 60 dólares per cápita a 6,800. La salud mejoró más en las ciudades más ricas, pese a retrocesos como la contaminación del aire que ha plagado a Beijing.

Además, debido a las excepciones para grupos étnicos y familias rurales, la verdadera tasa de natalidad nunca fue solo un hijo por mujer, sino más cercana a 1.7. Si bien pudiera haber un poco de demanda acumulada por más niños, la fertilidad “casi es una calle de un solo sentido”, dijo Murray. Una vez que los país prosperan, tasas de natalidad caídas rara vez suben de nuevo.

Es un poco más difícil predecir el camino de Cuba.

La isla protege tan bien a los niños que pudiera mejorar solo en cuidados intensivos para el neonato, dijo Murray. El final del embargo económico de Estados Unidos pudiera ayudarle a los hospitales cubanos a recibir el moderno equipamiento que necesitan con desesperación, a la par de nuevos fármacos para cáncer y otras enfermedades.

Cuba también tiene productos médicos que vender, incluyendo vacunas para la meningitis, un fármaco para úlceras de pie por diabetes y un tratamiento para cáncer de pulmón, dijo Gail Reed, el fundador estadounidense de Cooperación de Educación Médica con Cuba y editora de una revista médica allá.

Sin embargo, ponerle fin al embargo también representa serios riesgos.

Los médicos de atención primaria de que depende el sistema cubano tienen bajos salarios, aun cuando fueron triplicados hace poco. Previamente en el mes, el gobierno cubano reinstauró un requisito relativo a que los médicos que viajen fuera del país reciban un permiso especial. La nación ha perdido miles de médicos desde 2013, informó el gobierno.

Más aún, la prosperidad en sí trae riesgos. En México, la obesidad, diabetes y enfermedad cardiaca se dispararon a medida que fueron subiendo los ingresos; Cuba podría enfrentar la misma suerte. Los médicos de la nación no controlan la presión arterial o el colesterol de manera decisiva, y sus tasas de muerte por cáncer son más o menos iguales a las de Estados Unidos.

“La totalidad del sistema cubano se ha centrado históricamente en resultados de primera calidad para niños y madres”, notó Murray. “No hay mucho énfasis en controlar enfermedades crónicas en adultos”.

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