PorGermán Muñoz

Cada 14 de noviembre, el mundo vuelve la mirada hacia una enfermedad que, sin hacer ruido, ha alcanzado proporciones de pandemia: la diabetes. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), más de 420 millones de personas viven actualmente padeciéndola, cifra que se ha cuadruplicado en las últimas tres décadas. Solo en la Región de las Américas, 62 millones padecen esta enfermedad, y cerca del 40% desconoce su diagnóstico, aunque se encuentre en los sectores de la población de riesgo: fumadores, obesos, sedentarios o con malos hábitos alimenticios y algunos más.
La diabetes es hoy una de las principales causas de ceguera, insuficiencia renal, amputaciones y enfermedades cardiovasculares, además de ser la sexta causa de muerte en el continente americano y la quinta de años de vida perdidos prematuramente. En México, los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) confirman esta tendencia: en 2024, la diabetes mellitus fue la segunda causa de muerte por causas naturales, con 112 mil 641 defunciones, solo por debajo de las enfermedades del corazón.
El fenómeno no es exclusivo de los adultos mayores. Las cifras de la OPS alertan que dieciséis de cada cien adolescentes y diecinueve de cada cien niños en el continente ya padecen obesidad, mientras que 81 de cada cien adolescentes no realizan suficiente actividad física. La epidemia de sobrepeso, sumada al sedentarismo y los malos hábitos alimenticios, alimenta una cadena mortal que compromete la salud pública y las economías nacionales.
El costo social y económico de una enfermedad imparable
El impacto de la diabetes va más allá de los hospitales. Se traduce en pérdidas económicas, ausentismo laboral y un incremento constante en el gasto público en salud. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) estima que el costo asociado a la obesidad —principal factor de riesgo para la diabetes tipo 2— equivale a alrededor del 6% del Producto Interno Bruto (PIB) de México.
Además, en un país donde casi la mitad de los pacientes muere en casa y donde los gastos de bolsillo en salud siguen siendo altos, el acceso a la atención médica y los medicamentos representa una carga insostenible para millones de familias.
La OPS reconoce que “solo la mitad de las personas con diabetes tipo 2 obtiene la insulina que necesita, muchas veces porque los sistemas de salud no pueden costearla”. En ese sentido, garantizar atención equitativa y asequible es todavía una meta lejana, especialmente en regiones con altos niveles de desigualdad como América Latina.
En entidades como Morelos, donde los índices de obesidad y enfermedades metabólicas se mantienen entre los más altos del centro del país, el reto es doble: fortalecer la prevención desde la atención primaria y crear entornos saludables que combatan el sedentarismo y la mala alimentación.
Avances científicos: esperanza desde el laboratorio
La lucha contra la diabetes también tiene un frente de batalla en los laboratorios. Según el biotecnólogo Daniel Pellicer Roig (National Geographic), los estudios más recientes sobre la diabetes tipo 2, que representa el 90% de los casos en el mundo, han comenzado a descifrar los mecanismos moleculares que la provocan.
Investigaciones de la City of Hope (Los Ángeles) han identificado un gen clave —SMOC1— que podría controlar el destino de las células pancreáticas. En la diabetes tipo 2, las células productoras de insulina (β-pancreáticas) se agotan y, en un proceso aún en estudio, llegan a comportarse como células alfa, productoras de glucagón, la hormona que eleva los niveles de azúcar en la sangre.
Bloquear la acción de este gen podría abrir la puerta a terapias regenerativas o autotransplantes que permitan a las personas diabéticas recuperar parte de su función pancreática y reducir su dependencia de la insulina.
A la par, investigaciones de la Universidad de Cambridge revelan que la esperanza de vida puede reducirse hasta 14 años cuando la enfermedad aparece antes de los 30. Por ello, los especialistas insisten en que la prevención y el diagnóstico temprano son esenciales para contener una epidemia que avanza hacia edades cada vez más jóvenes.
Diabetes y cerebro: una conexión inquietante
Los avances científicos también han demostrado que la diabetes no afecta solo al cuerpo, sino al cerebro. De acuerdo con TecScience, las personas con diabetes tienen 60% más probabilidades de desarrollar demencia, y la resistencia a la insulina —causa principal de la diabetes tipo 2— parece afectar directamente el metabolismo cerebral.
Algunos investigadores incluso han acuñado el término “diabetes tipo 3” para describir la incapacidad del cerebro de usar la glucosa correctamente, un fenómeno presente en muchos casos de Alzheimer.
De esta interacción entre enfermedades han surgido hallazgos sorprendentes:
• La memantina, fármaco para tratar el Alzheimer, fue desarrollada originalmente como medicamento para la diabetes.
• La metformina, uno de los medicamentos más comunes contra la diabetes, podría reducir el riesgo de demencia al disminuir la inflamación cerebral.
• Los nuevos agonistas del receptor GLP-1, como semaglutida (Ozempic y Wegovy), no solo ayudan a controlar el azúcar y el peso, sino que también parecen proteger la función cognitiva.
La investigación médica avanza, pero plantea un dilema ético y económico: ¿hasta qué punto estos descubrimientos benefician más a las personas o a las corporaciones farmacéuticas que los comercializan?
El negocio detrás del control: farmacéuticas y el mercado de la diabetes
El tratamiento de la diabetes y la obesidad se ha convertido en un mercado multimillonario. Según la Associated Press, los medicamentos Mounjaro y Zepbound, desarrollados por la farmacéutica Eli Lilly, generaron más de 10 mil millones de dólares en ventas solo en el último trimestre de 2024, más de la mitad de los ingresos totales de la empresa.
Mientras tanto, la danesa Novo Nordisk, fabricante de Ozempic y Wegovy, protagoniza una guerra de adquisiciones con Pfizer, ofreciendo hasta 9 mil millones de dólares por la biotecnológica Metsera Inc., especializada en tratamientos experimentales para obesidad y diabetes.
El auge de los medicamentos GLP-1 —que imitan las hormonas que controlan el apetito y la saciedad— ha convertido la salud metabólica en una de las industrias más lucrativas del siglo XXI. Sin embargo, su precio ronda los 500 dólares mensuales, lo que los mantiene fuera del alcance de millones de pacientes sin cobertura médica.
El negocio es tan grande que, según The Conversation, la investigación en diabetes ha dado origen a 13 clases diferentes de fármacos y más de 50 medicamentos combinados. Muchos de ellos no solo reducen la glucosa, sino que también actúan sobre la inflamación, la obesidad y el metabolismo cerebral.
Pero la pregunta de fondo persiste: ¿estamos frente a una solución real o ante un modelo económico sustentado en la cronicidad de la enfermedad?
Cuidar la salud: una responsabilidad personal y colectiva
La diabetes no distingue fronteras, clases sociales ni edades. Su expansión es el reflejo de una sociedad que ha normalizado el consumo excesivo, la vida sedentaria y la atención tardía a los problemas de salud.
Mientras la ciencia avanza en terapias que prometen prolongar la vida, millones de personas siguen sin acceso a lo más básico: una alimentación sana, diagnóstico temprano y medicamentos asequibles.
El reto no es solo médico, sino ético. La humanidad necesita más investigación, sí, pero también más justicia sanitaria. Porque al margen del negocio que representa para las farmacéuticas, la diabetes sigue siendo un recordatorio de nuestra vulnerabilidad colectiva y de la urgencia de cuidar el cuerpo como el primer territorio de bienestar y libertad.
Con información de:
• Organización Panamericana de la Salud (OPS)
• Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)
• Daniel Pellicer Roig, National Geographic
• TecScience
• Associated Press
• The Conversation
Origen: La Diabetes: urgencia sanitaria y negocio global – LA JORNADA MORELOS
