Opinión

Los angustiosos récipes

La indicación de remedios ha cambiado desde que los curanderos preparaban sus combinaciones de hierbas y cualquier otra cosa que considerasen conveniente y que pudiese generar en el paciente esperanza y alivio. Al principio eran secretos con más magia que ciencia y así permanecieron por siglos. Algunos absolutamente ineficaces pero siempre generadores de las más altas expectativas.

La práctica fue logrando normar su preparación. Los avances de la ciencia de la mano de la alquimia lograron la aparición de sustancias más depuradas y nuevas vías de aplicación.

Hasta hace menos de 100 años, muchos preparados farmacológicos, indicados por los facultativos, eran concepciones personales y hasta llevaban su nombre. Algunas de ellas han permanecido y otras han sido olvidadas y sustituidas por preparados más modernos e industrializados.

La prescripción de medicamentos llegó a ser un arte que desarrolló un lenguaje propio, todavía usamos la ℞ con un palito atravesando su patica, que es una abreviación del latín recipere: reciba, tome. Así, como suena, imperativamente. En algunos países permanecen todavía inalterables las partes del récipe, incluida la que indica cómo debe el farmaceuta inscribir en el recipiente la forma de tomar el medicamento –en latín Sig., abreviación de “signa”, señale, etiquete.

Así, pues, no hay novedad alguna en las nuevas disposiciones que según la Gaceta Oficial deben entrar en funcionamiento pronto. Son viejas y sanas prácticas que el Estado debe mantener y fomentar para una mejor atención al individuo.

El problema que se nos ha presentado es otro. No basta con ser lógicos y organizados, primero hay que determinar si tal cosa es posible. Veamos, todos debemos comer comida balanceada y frecuente, pero no siempre sabemos que es “balanceada” y la frecuencia a veces no es posible. Que las medicinas se dispensen sólo con récipes bien hechos, es deseable. Pero ¿dónde están esos récipes impresos que se necesitan en los hospitales y centros de diagnóstico y atención médica populares, por duplicado y con las indicaciones aparte? ¿Dónde están esos médicos que van a atender las colas de personas requiriendo récipes para casi todo? Y los medicamentos, ¿dónde están, cuántos principios activos tienen dos alternativas comerciales como mínimo?

Abaratar la medicina es una aspiración de todos, pero este gesto de organizar y modernizar el expendio de medicinas, tendría que haber pasado primero por la organización de servicios médicos de calidad, cantidad, asistencia e inventario. Tendría que haberse regulado de forma más clara y definida la prescripción de medicamentos por largos periodos o permanentes y permitir la prescripción de medicamentos a otras personas del equipo de salud.

La teoría es buena, la práctica será un caos, caro y desesperante.